Tuesday, October 31, 2006

Truco

Las puertas del ascensor se abrieron en el piso 54, la fiesta de Halloween de Naomi Holbein se desplegó ante los ojos de Adena en todo su esplendor. Gárgolas holográficas vigilaban amenazantes en las esquinas y espectros aullantes recorrían el piso presagiando muerte y desesperación mientras los Elusive Graviton derramaban su oscuro sonido eléctrico sobre decenas de bellos ídolos del nihilismo vienés.

Apenas había dado dos pasos fuera del ascensor cuando Naomi se acercó a ella, llevaba un pequeño estuche en la mano.

- Pensaba que te ibas a perder la fiesta.

Adena buscó dentro del estuche un pequeño parche triangular; Naomi sonrió, cogió su mano y juntas se unieron al baile.


El parche rojo oscilaba salvajemente mientras Adena bailaba poseída por el pulso de la música, sentía cómo un intenso foco de calor en su interior evaporaba las gotas de sudor de su piel, el pelo se pegaba a su espalda formando pequeñas serpientes negras que reptaban hacia su cintura; respiró profundamente y comenzó a caminar hacia uno de los cuartos de baño cuando una mano la retuvo.

- Señorita Salazar.

Adena se volvió y vio el familiar rostro sonriente de Paul Lebrun.

- ¡Paul! - Gritó mientras lo abrazaba con fuerza, impulsada de nuevo por el triángulo rojo.

Paul le devolvió el abrazo mientras reía.

-Yo también te he echado de menos, delincuente juvenil - dijo Paul mientras Adena se apretaba contra su cintura - Quiero presentarte a un amigo; Diego, esta es Adena.

Adena y Diego se estrecharon la mano, una sensación extraña atravesó el pecho de Adena mientras se perdía en sus ojos negros.

- Esperad aquí mientras pido unas copas.

Paul caminó hacia la barra lentamente, observando a la gente de la fiesta como si se encontrase en un museo humano, buscando algo con lo que divertirse esa noche.


Adena no podía dejar de mirar a Diego, la sensación del pecho se había desplazado a su cabeza y su campo de visión se hacía cada vez más estrecho.

- Estoy segura de que ya te conozco - Adena entrecerró sus ojos y se acercó a Diego.

-No personalmente - respondió él; por el rabillo del ojo podía ver a Paul charlando con Esko Van Hannen - parece que nuestro amigo ha encontrado algo más rubio con lo que entretenerse, ¿qué te parece si cogemos nosotros las copas y nos sentamos?

Adena asintió con la cabeza, Diego pidió una botella de vodka y dos vasos y se dirigieron a una habitación decorada según los sobrios dictámenes del estilo asiático de posguerra donde una vieja película bidimensional era proyectada en la pared; se sentaron y hablaron de trivialidades mientras a su espalda un decrépito cazador de brujas holandés se embarcaba en una cruzada victoriana contra las criaturas de la noche.

Tras apurar la tercera copa Diego se puso en pie y extendió la mano hacia Adena.

- Ven conmigo, tengo algo para ti.

Intrigada y excitada Adena dejó que Diego la llevase a uno de los dormitorios. Cerraron la puerta y se sentaron en la cama; cuando Adena se acercó a sus labios Diego la detuvo y sacó una consola de neuroconexión de su bolsillo. Los ojos de Adena chispearon ante la perspectiva de una sesión de cibersexo salvaje y descubrió la clavija de conexión hembra en su nuca; sintió como el cable se acoplaba a su columna y la realidad se convirtió en una mancha borrosa que poco a poco dejó paso a una desolación blanca, durante unos segundos esperó expectante a que la fantasía de Diego comenzase y se abalanzase sobre ella como una bestia hambrienta, pero no ocurrió nada.

- ¿Diego? - gritó en su cabeza.

No recibió repuesta; corrió por la nada gritando, insultando, rogando, amenazando y suplicando al vacío.

De nuevo, silencio.


Diego extrajo la clavija y tendió cuidadosamente el cuerpo de Adena en la cama, lo cubrió con abrigos de látex y piel sintética y observó su cara, una bella máscara de tranquilidad. No pudo evitarlo y se inclinó para besar sus labios, sintió como su corazón daba un vuelco cuando al separarse vio los ojos de Adena abiertos, atravesándole con una mirada de odio puro, su cara estaba deformada por la ira y su pelo parecía serpentear bajo las chaquetas.


Cuando al día siguiente Paul la interrogó acerca de Diego, Adena simplemente se encogió de hombros.

- Supongo que no era su tipo.

Friday, September 08, 2006

Nínive

La cabina de la libélula de metal es oscura y fría, me mantiene aislada del calor infernal del exterior mientras piloto la nave a través del desierto; Mathaus lleva días recitando datos de navegación, resultados de sondeos e información sobre comunicaciones interceptadas. Las pastillas para aliviar la falta de sueño están empezando a perder eficacia y cada vez me cuesta más mantener la concentración.

Durante las últimas doce horas hemos cubierto el espacio de búsqueda del grupo tres, aun no sabemos si han sufrido un accidente o si nuestro objetivo ha decidido tomar la iniciativa. En el horizonte veo aparecer los restos de una carretera; en la cuneta, protegida del viento, una chabola lucha por mantenerse en pie.


- Mathaus ¿ves eso?

- Un segundo - Mathaus se inclina con desgana sobre la pantalla del multiscanner, está claro que ha abandonado la misión antes de terminar- dos señales de calor, parecen una mujer joven y un animal doméstico.


Despliego el puente de aterrizaje y hago descender la nave a unos metros de la casa, las patas se clavan en el suelo haciendo chirriar la suspensión bajo el peso de toneladas de acero; una nube de polvo gris baila alrededor de la nave asentándose a medida que las alas dejan de vibrar. Un perro escuálido sale corriendo de la casa y comienza a ladrar hacia el vehículo mientras una figura pequeña cubierta de harapos observa la escena desde el umbral de la puerta.

Me preparo para salir al exterior y dejo a Mathaus al mando de la nave; la puerta lateral del vehículo se abre y las escaleras se despliegan con un zumbido, me siento aturdida por el intenso calor y el olor a ceniza. El perro corre hacia la casa asustado por el fantasma blanco que acaba de salir del insecto cromado; no quiero intimidar a la chica así que agito la mano amistosamente mientras me dirijo hacia ella.
Mi gesto no recibe respuesta y sus ojos azules me observan fijamente, como si pudiese ver mis ojos a través de las gafas de espejo.


- Hola -digo sonriendo- estamos…

- Me llamo Nínive -me interrumpe devolviéndome la sonrisa sin dejar de mirarme a los ojos.

- Vaya, es un nombre muy bonito - intento ser amable aunque nunca me he sentido cómoda con la gente del exterior, no entiendo qué impulsa a la gente a seguir viviendo en un lugar como este- verás, estamos buscando…

- Era el nombre de una ciudad asiria -Nínive vuelve a interrumpirme, continua mirándome inclinando levemente la cabeza como si yo fuese una pieza de una galería de arte- ahora ya no existe, mi padre me llamó así porque era arqueólogo.

- Eso es muy interesante…Nìnive, pero verás, tengo un poco de prisa…

- ¿Qué estás buscando?

Sonrío de nuevo, parece que por fin sacaré algo en claro de esta conversación.

-Verás, estoy buscando a un hombre, es un hombre muy peligroso.

-¿Por qué?

La pregunta de Nìnive es demasiado general para mi cerebro somnoliento.

- ¿Por qué qué? ¿Por qué lo busco o por qué es peligroso?

Nìnive se encoge de hombros, ya no estoy segura de si está loca o si está intentando tomarme el pelo; en ese momento la chica deja de mirarme y dirige la mirada hacia la nave, levanta el brazo y extiende el dedo índice.

- ¿Es ese el hombre que buscas?

Rápidamente desenfundo mi arma y giro apuntando hacia donde señala Nínive; Mathaus está sentado en la escalera de la nave mirando hacia nosotras, no puedo evitar reírme de mí misma.

- No, ese es Mathaus, está buscando conmigo.

- Pues entonces no he visto a nadie -se encoge de hombros y vuelve a mirarme a través de las gafas.


Mientras hablamos el perro se ha acercado a mi bota y la huele moviendo la cola; tiene un aspecto horrible, huesudo y con calvas en el pelo por las que se pasea todo tipo de parásitos.
En ese momento me doy cuenta de que no voy a conseguir nada de una niña loca y un perro medio muerto.


- Bueno, Nínive, tengo que seguir con mi trabajo; puede que vuelva a pasar por aquí, ¿de acuerdo?


La chica asiente y no deja de observarme mientras me dirijo a la libélula; Mathaus ha bajado al suelo y mira fijamente a Nínive, está claro en qué está pensando; lo siento por la chica pero si se desahoga ahora me ahorraré problemas más adelante y, de todos modos, los dos necesitamos un respiro.


- Tienes media hora.

- De sobra - Mathaus sonríe y comienza a caminar en dirección a la casa.


Nínive intuye sus intenciones y corre dentro de la casa, el perro empieza a ladrar pero una patada de Mathaus basta para dejarlo fuera de combate, demasiado débil para proteger a su dueña.

Estoy a punto de entrar en el vaporizador de agua cuando oigo el disparo, cojo mi arma y corro fuera de la nave hacia la casa, me doy cuenta de mi error cuando ya es demasiado tarde. Algo me golpea en el pecho mientras entro corriendo en la oscuridad; desde el suelo puedo ver a mi agresor, un hombre con un traje blanco de combate como los que guardo en la armería de la nave, disparo al vacío antes de notar su mano en mi muñeca y mi brazo romperse con un chasquido húmedo.

Desde el suelo puedo ver a Mathaus con los pantalones bajados y un agujero en el pecho, Nínive me mira impasible mientras el “hombre peligroso” me rompe el cuello.

Thursday, July 20, 2006

La gaviota

La brisa marina, sucia y cálida, envolvió a Salvador en un abrazo salado; había leído que antes de la guerra el Egeo había sido un mar vivo, constantemente surcado por grandes barcos blancos llenos de gente maravillada por la belleza del mar y la gentileza del clima. Para Salvador todo eso parecía un cuento de hadas, un sueño sin ninguna relación con el caldo tóxico que se retorcía a sus pies.

Mientras sacaba un pequeño estuche negro del bolsillo de su chaqueta pensó que el mar y él mismo se parecían; tras un pasado glorioso ahora eran cadáveres ambulantes, sombras corruptas y virulentas de sí mismos.

Abrió el estuche y pasó uno por uno los parches de formas variadas y colores brillantes adornados con dibujos y logotipos; algunos ingeniosos, otros no tanto. Escogió un parche rectangular de color negro con un punto púrpura en el centro y lo aplicó en su cuello.

El parche comenzó a segregar la mejor mierda de Holanda en el organismo de Salvador, pensó que de nuevo se había dejado llevar por su vanidad; mientras el agonizante Egeo había vivido siglos de esplendor él había tocado fondo mucho antes, había perdido la capacidad de conmover a su público, sólo le quedaba su nombre, la gente acudía a verle porque había sido grande, porque era lo que había que hacer; ¿quién podía admitir que no había asistido a una actuación de Salvador Beyle, el genio de la holo-poesía?

De nuevo una diferencia, el mar fue una víctima de la guerra y de la estupidez del hombre; Salvador se apagaba sin ayuda de nadie.

Un sonido extraño captó su atención; a pocos metros de sus pies vio un bulto en el suelo agitándose irregularmente, brillando bajo la luz de la luna. Se acercó para observarlo de cerca; era una gaviota cubierta de una sustancia negra y viscosa, se sacudía abriendo y cerrando el pico en busca de aire.

- Tú sí que estás jodida.

La gaviota giró la cabeza y miró fijamente a Salvador.

- Deberías echarte un vistazo detenidamente, amigo.

Salvador saltó hacia atrás asustado, tropezó y se desplomó en el cemento. La gaviota comenzó a reír hasta que una tos húmeda la detuvo, forzándola a escupir una pequeña masa gelatinosa.

- Genial -comentó el pájaro- ahí va mi pulmón derecho.

- ¿Eres real?-balbuceó Salvador mientras se acercaba gateando.

- Bueno, yo me siento bastante real, aunque en este momento preferiría ser una alucinación.

Sin asimilar todavía lo que estaba ocurriendo, guiado por un impulso, envolvió a la gaviota en su chaqueta y la colocó cuidadosamente en el asiento de su coche eléctrico; estaba excitado como un niño en busca de un tesoro imaginario.

- Tranquila, te llevaré a mi casa.

- Oh, mi príncipe azul.


El pequeño biplaza recorrió la carretera levantando una nube de polvo gris hasta llegar a la Mansión Tsatsos, un hermoso cubo blanco salpicado de ventanales; su anterior dueño, un magnate chipriota de la comunicaciones se había visto obligado a venderla a un precio ridículo cuando su fortuna se volatilizó junto a su país.

Salvador abrió la puerta con cuidado y entró lentamente en la casa, Retha se había quedado dormida frente al televisor; subió las escaleras sin hacer ruido y entró en uno de los aseos del segundo piso con la gaviota envuelta bajo el brazo.

Con delicadeza depositó el bulto junto al lavabo y descubrió su contenido, la cabeza del pájaro quedó colgando de un cuello flácido.

- Mierda, esto no puede ser bueno -gimió Salvador mientras colocaba la cabeza junto al cuerpo.

- No te preocupes -dijo la gaviota con un tono tranquilizador- cuando se está muerto es difícil mantener tensos los músculos del cuello, pero agradezco tu preocupación.

Salvador se sentó en el inodoro, sacó un cigarrillo de mariguana mentolada del bolsillo del pantalón y lo encendió dándole una profunda calada.

- Lo siento mucho, me habría gustado poder hacer algo.

- Tranquilo -respondió el pájaro- no podrías haber hecho nada, tenías razón cuando decías que estaba totalmente jodida… aunque una calada de ese cigarrillo seguro que me sentaría bien.

Salvador acercó el cigarrillo al pico de la gaviota, el pájaro aspiró el humo y lo expulsó con una sonrisa.

En ese momento se oyó la voz de Retha al otro lado de la puerta.

- ¿Salvador? ¿Estás bien?

- Tranquila, cariño; creo que he respirado demasiado aire del mar y me he mareado, se me pasará pronto.

- De acuerdo, voy a acostarme, si te pones mejor hay comida preparada en la cocina.

-Gracias, duerme bien.

Salvador tomó otra calada mientras miraba hacia la puerta, la gaviota lo observó detenidamente.

- Parece una buena mujer.

- Lo es -respondió Salvador mientras expulsaba el humo, sonriente- ahora mismo es lo único bueno que hay en mi vida, se que por muy bajo que caiga ella va a estar siempre conmigo…

Salvador dejó de sonreír y agachó la cabeza, siempre se sentía incómodo al expresar sus sentimientos cuando no estaba encima de un escenario.

- Ya veo, no quieres arrastrarla contigo. ¿Sabes?, cuando te vi en la costa con tu estuche de parches y tu traje de lino blanco me pareciste un imbécil de mucho cuidado, pero creo que no eres un mal tipo.

- Cuando te vi en la costa pensé que eras un despojo de la naturaleza, pero creo que eres una gaviota zombi muy enrollada.

El hombre y el pájaro comenzaron a reír, rieron durante minutos hasta que les dolió la cara y se quedaron sin aire, fumaron cigarrillos de mariguana y hablaron durante horas hasta que comenzó a amanecer.

- Salvador, necesito que me hagas un favor.

- Lo que quieras.

- Estoy empezando a apestar, quiero que me lleves al mar, lo echo de menos.

Salvador envolvió de nuevo a su amiga en la chaqueta y condujo hasta el lugar en el que la había encontrado. Tras despedirse con un nudo en la garganta arrojó el bulto al mar, se sentó en el cemento y observó como se hundía lentamente, dejando tras de sí un racimo de burbujas de colores sintéticos en la superficie del agua.

Era lo más hermoso que había visto nunca.

Thursday, June 08, 2006

Diez veces su precio

La inacabada Ciudad Olímpica de Trípoli se extendía sobre incontables Kilómetros cuadrados de desierto, golpeada incansablemente por el sol, sembrada de calles y estructuras de vigas y paredes prefabricadas, un circuito integrado diseñado por un demente.

Yorgos oteaba el cielo con sus binoculares desde el esqueleto del Gran Hotel Olímpico, dejó de buscar y respiró profundamente con una mueca de desagrado.

-En esta puta ruina respiramos más cemento que aire.

Se volvió hacia Luca, estaba sentado en una estrecha franja de sombra con su rifle de precisión descansando a sus pies, los ojos cerrados y una expresión de inmensa felicidad en la cara, como Buda preparado para la Cuarta Guerra Mundial. A Yorgos le pareció indignante.

-¿Cómo puedes estar tan contento en este pedazo del culo del mundo?

Luca abrió los ojos, los filtros Kodak se ajustaron al exceso de luz y miró a Yorgos, la respuesta era evidente.

-Estoy pensando en la vida que nos vamos a dar cuando vendamos a ese hijo de puta por diez veces su precio, piensa en eso y no notarás el cemento, créeme; por cierto, ¿sabías que en la luna preparan los mejores margaritas de toda la órbita terrestre?

Los dos mercenarios sonrieron y Yorgos se volvió para seguir observando el cielo de Libia; la sonrisa de Yorgos no tardó en disiparse cuando la idea de la traición decidió instalarse en su cabeza.

-¿Estás seguro de que tu contacto es de fiar? Si ese tipo no anula la señal de la cápsula de rescate estamos jodidos.

Luca cerró los ojos y apoyó de nuevo la cabeza en una viga.

-No te preocupes, el desgraciado de Ichiro tiene mujer y tres hijos y la Mishima les ha destinado en una estación espacial de mierda a cientos de kilómetros de ninguna parte, ¿has vivido alguna vez en una estación orbital? Digan lo que digan es como vivir en un ataúd; créeme, nuestro hombre está deseando joder a la corporación y asumir la nueva identidad que le hemos comprado, ese tío tiene mentalidad de granjero.

Las palabras de su socio apenas lograron tranquilizar a Yorgos, había asumido la idea de sufrir una muerte violenta, dolorosa y brutal, eran gajes del oficio, pero por algún motivo aquel le parecía el peor lugar para morir.

-Si al menos pudiésemos contactar con el, comprobarlo de alguna forma.

-Eso NO es posible y lo sabes –la paciencia de Luca se había agotado- si interceptan una señal desde este punto se acabó, muertos; todo saldrá según lo planeado, la señal de la cápsula no llegará a la tierra, de modo que sólo podrán mandar la otra cápsula de la estación para investigar qué ha pasado, y gracias a esta obra de arte que está a mis pies, no llegarán al suelo vivos.Ahora cálmate.


Minutos después Yorgos localizaba en el cielo la cápsula descendiendo elegantemente hacia la ciudad.Los datos de la posición de la cápsula viajaron desde los binoculares de Yorgos a los receptores infrarrojos de los ojos de Luca; tras ser calculado por el procesador táctico instalado en su corteza cerebral el punto de aterrizaje fue reenviado al mapa de Yorgos; en el ojo izquierdo de Luca se desplegó un mapa de la ciudad, con tres puntos luminosos, uno de ellos se movía lentamente siguiendo una trayectoria señalada en rojo.

-Localización recibida, cúbreme.

Mientras Yorgos corría hacia las escaleras Luca recogió su rifle, clavó su rodilla en el suelo y comenzó a buscar en el cielo la segunda cápsula.

Yorgos continuaba corriendo por las calles muertas, hacía cinco minutos que la cápsula había tomado tierra cuando oyó la detonación sorda del rifle de Luca, seguido por la explosión de la cápsula y el ruido de los restos de los guardias de seguridad siendo esparcidos por el desierto; en ningún momento levantó la vista hasta que llegó a la cápsula, reposando en el cemento agrietado y rodeada por una nube de polvo. Abrió la puerta, el aire siseó y la luz entró revelando una figura temblorosa; el Dr. Lubeck se acercó hacia la puerta con los ojos cerrados, deslumbrado por el sol y desorientado por el descenso desde la órbita terrestre.

-Mi familia… ¿están bien?

-El segundo equipo se está encargando de su extracción –contestó Yorgos mientras sacaba de la cápsula al científico- es más simple que en su caso así que no se preocupe, le estarán esperando; ahora intente seguir mi ritmo.

La pareja comenzó a desplazarse hacia el sur, en dirección a los túneles subterráneos donde estarían ocultos de los satélites de la corporación; cada vez que Yorgos se daba la vuelta el Dr.Lubeck parecía más y más cercano a la muerte, la vida en órbita y el sedentarismo lo habían convertido en una oruga rosada y sudorosa. Miró nervioso hacia el cielo, se sentía desprotegido y los ruidos que emitía el doctor indicaban claramente que su cuerpo no avanzaría ni un metro más por sí mismo, tendría que cargar con él hasta estar bajo tierra.


Tras cargar con el Dr.Lubeck a través de interminables calles fantasma, en el mismo instante en el que iba a tirar al saco de sebo al suelo y a patearlo como una pelota de carne, Yorgos vio por fin la entrada a los subterráneos, cientos de pasillos seguros donde ocultarse estaban tan solo a unos metros. En ese momento supo que las cosas habían salido terriblemente mal al oír un segundo disparo del rifle de Luca; arrojó al Dr.Lubeck al suelo y se volvió hacia el hotel; una aeronave de combate descendía rápidamente envuelta en llamas mientras una segunda nave disparaba un cohete contra el piso en el que Luca recargaba su arma reduciéndolo a polvo y escombros.

Sin pararse a pensar agarró al Dr.Lubeck por la ropa y comenzó a correr -las estructuras de los edificios nos servirán de cobertura- pensó -todavía tenemos una posibilidad.

La nave giró hacia su posición y descendió a gran velocidad entre las vigas y el cemento, disparando su ametralladora y haciendo desaparecer la ciudad a su paso. Yorgos se detuvo en seco y gritó al doctor para que siguiese corriendo mientras cargaba su lanzagranadas; a su espalda, deslizándose a pocos metros del suelo con el suave zumbido de sus motores Viper, la aeronave llegó a la calle, giró e, inclinando suavemente el morro, se lanzó hacia delante como una bestia hambrienta hacia una presa fácil.

Todo acabó en unos segundos.

Yorgos se volvió en el mismo momento en el que la nave comenzaba a escupir proyectiles de 30mm sin casquillo; el Dr.Lubeck murió con una sonrisa en la boca, apenas unos pasos lo separaban de la entrada al complejo subterráneo cuando su cuerpo empezó a perder partes una por una. Antes de morir pudo ver los restos de su cadera salpicar un cartel que rezaba “SOLO PERSONAL AUTORIZADO”.

La granada de Yorgos alcanzó su objetivo en el instante en el que el cuerpo del doctor comenzaba a perder consistencia, el motor izquierdo estalló y la nave comenzó a girar sobre sí misma a lo largo de la calle, arrancando bancos y farolas hasta que el depósito de combustible explotó terminando con su agonía.


Derrotado, Yorgos avanzó lentamente hacia los restos del Dr.Lubeck y pateó lo que parecía una mandíbula -Gordo hijo de puta.


Ichiro Bergman contempló Seattle desde las ventanas de la nueva vivienda que la corporación había dispuesto para él en la arcología de la Mishima Zaibatsu en la ciudad.

La corporación castiga la traición.

Fuera de la corporación no hay nada.

Thursday, April 20, 2006

Nataliya Dashaivanova

Tumbada en su terraza en la cúspide de la Arcología Mishima, Nataliya dejaba fluir sus pensamientos mientras observaba las nubes en el cielo a través de los paneles de cristal polarizado; intentó asignarles formas, pero sus pensamientos parecían dispersarse antes de tomar una forma concreta.
Se levantó y, mientras se dirigía a la piscina cubierta, se preguntó qué haría esa tarde; no sabía qué hacer del mismo modo que le costaba saber qué había hecho ya; el paso del tiempo era confuso para ella.
Mientras nadaba hasta el agotamiento un recuerdo se fijó en su cabeza, podía ver claramente a su padre cargando instrumentos en una furgoneta a través de la ventana de su casa en Kiev mientras se despedía sonriendo.

Más tarde, mientras ojeaba las fotos de una revista en la cocina, Erin y Aleksei entraron en el apartamento con bolsas de los niveles comerciales en las manos; Nataliya creía que eran sus compañeros de piso, aunque tampoco estaba segura de eso.
Esa noche se celebró una gran fiesta en el piso, Nataliya avanzaba tambaleándose entre la gente, el mundo giraba a una velocidad vertiginosa impulsado por el alcohol y la metaanfetamina; tuvo que salir a la terraza para relajarse, el corazón golpeaba su pecho como si quisiese volver al interior del piso. A decenas de metros bajo sus pies pudo observar el tráfico de la ciudad, rápido y caótico, como una simulación a tiempo real de su sistema nervioso.

La mañana siguiente Nataliya se despertó enferma, una sensación de náusea le obligo a ir al baño, aunque fue incapaz de vomitar; las náuseas fueron sustituidas por un fuerte dolor en el pecho y un desagradable sudor frío. Erin tenía que trabajar todo el día, pero Aleksei se quedó en casa para cuidar de ella, era del tipo de gente que no tiene horarios.
Durante toda su enfermedad Aleksei fue muy atento con Nataliya, llegó un momento en el que comenzó a temer recuperarse de su dolencia. Se sentía en comunión con él con una intensidad abrumadora, sabía que podía confiarle su alma.

Nataliya Dashaivanova se retorció violentamente tensando las correas que la mantenían atada a la mesa de operaciones, con un espasmo su cuello se tensó y de su nariz comenzó a brotar sangre mientras un pitido continuo anunciaba su muerte. El doctor Binaisa desconectó los cables del cráneo de Nataliya y marcó un número en su teléfono.

- Hemos perdido el mensaje.

Monday, February 27, 2006

Faraones contra Helsings

Desde la barandilla del primer piso observo la habitación, centenares de videojuegos gritando para llamar la atención de los jugadores que pasan el día arrastrándose de una máquina a otra; es una escena patética.

Como patética es Frenchy, mi vulgar novia; la reina de los Faraones se divierte como una estudiante de Grado Superior bailando delante de los desechos del sistema educativo público.

Estoy a punto de empezar a partir cabezas cuando veo a Hammond correr hacia mi.

Hammond es un puto desgraciado, no tiene dónde caerse muerto; por eso es útil en la banda, lo ve todo en directo.Apenas puede respirar cuando llega hasta mi y se agarra a mi chaqueta de cuero sintético.

Intento calmarle, no me sirve de nada si no puede hablar.

- Los Helsings, están ocupando el territorio.

Helsings, hijos de puta. Bajo a la primera planta seguido por la sonora respiración de Hammond y saco a Frenchy de la máquina de baile, tras unos segundos de quejas se da cuenta de que se trata de algo serio e intenta comportarse de acuerdo a su posición.

Mientras Hammond comienza a reunir a los demás Frenchy y yo nos dirigimos hacia la sala de monitores en casa de Spur; hace unos años había sido una joven promesa de la programación pero por algún motivo se hundió con todo el equipo, ahora ha pinchado los videos de seguridad para nosotros a cambio de mantenerle.

Su casa está llena de una bruma caliente y rancia.

Uno de los monitores me muestran un montón de Helsings, con sus abrigos largos, su maquillaje y sus sombreros de punta apostados frente a un local comercial abandonado, mi local abandonado, el principal depósito de armas de los Faraones; los demás muestran grupos de Helsings ocupando posiciones en los accesos de la planta.

- No tenemos nada que hacer contra los Helsings sin armas de fuego; Frenchy, saca a Purple del colegio y espérame con ella en el salón recreativo; que llame a su hermano y que lleve su furgoneta detrás del restaurante hindú, rápido. Hay que reunirlos a todos, habrá sangre.



Tras el restaurante, bajo las luces artificiales, un brillante mar de cuero negro se mueve inquieto; todos los Faraones están esperando para recibir sus armas. Hace unos meses un grupo de cubanos con más pelotas que cerebro intentó ocupar nuestro territorio equipados con armas aun más viejas que los despojos que se hacen llamar "mis padres", por suerte decidí guardarlas después de matarlos. Se trata de un surtido bastante pintoresco de armas de pólvora de finales del siglo XX; aunque no tienen ningún tipo de interfaz táctica lo importante es que funcionan y que esos chupacruces creen que estamos desarmados.

Mientras el grueso de los Faraones espera en silencio en el centro del pasaje Curt Henderson me adelanto con Purple y algunos chicos hacia el cruce con el pasaje Milner, con un gesto le indico a Purple que es su momento; la pequeña Purple asiente y comienza a deslizarse hacia los Helsings con una mochila a la espalda.

Unos segundos después oimos la explosión y vemos a Purple salir del cruce y correr hacia nosotros; los Helsings que la siguen caen rápidamente y comenzamos el ataque.

Los Helsings prefieren las armas de filamento y los vibrofilos por lo que en el grupo que vigila mi local apenas hay algunas pistolas y rifles, es como disparar en una de las máquinas del salón recreativo. Mientras mi rifle de asalto golpea mi hombro observo el sudor condensándose en el pecho de Purple, respira rápida y profundamente; creo que va siendo hora de que el faraón busque una nueva reina.

Tuesday, February 14, 2006

Cóndor

Philippe Schumann dio una calada a su pipa de madera noble, el aroma del tabaco sintético era aún mejor allí, en uno de los últimos lugares genuinamente naturales que quedaban en la tierra; una enorme extensión cubierta de árboles, rocas y nieve. Echó un vistazo a la pipa, tallada a mano con materiales obscenamente caros, lo último que conservaba de su anterior vida; un valioso regalo, pero también un símbolo de su esclavitud.


Aunque nadie usa esa palabra hoy en día, claro.


----------------------------------------------------------------------------------


Nuestro nuevo modelo de traje de combate, el Cóndor-BS45®, incorpora la más moderna tecnología para convertir a sus agentes en ejércitos de un sólo hombre. El traje está construido de una sola pieza, con fibras de blindaje inteligente Orión® que reaccionan a la perfección contra cualquier tipo de ataque, ofreciendo una virtual invulnerabilidad ante los calibres más comunes en las armas ligeras a distancias cortas.


----------------------------------------------------------------------------------

Philippe rompió en dos su pipa y la arrojó lejos, sintiéndose libre por primera vez en treinta años. En el piso de arriba su mujer, Marta, daba las buenas noches a sus dos hijas; en los últimos meses Marta le había reprochado todo lo que habían sufrido las niñas debido a su obsesión por salir –escapar- del seno de la corporación, pero Philippe sabía que valía la pena. Él mismo había pasado por cosas peores durante su infancia en Viena, después de la guerra, y ahora todo eso le parecía irreal; además, pasar unos meses encerradas en un zulo le parecía un precio muy bajo por una oportunidad de crecer libres, sin que nadie diseñase su vida de acuerdo a una estrategia de mercado.


----------------------------------------------------------------------------------

El traje Cóndor-BS45® mostrará todo su potencial a aquellos usuarios que dispongan de un coprocesador táctico cortical; para ello presenta un juego de clavijas compatibles con los interfaces ESC 2.0 y USDCB-128/4TP y el más potente software de última generación. Mediante estas conexiones el usuario puede variar la temperatura interna y externa del traje, así como controlar los servofilamentos dispuestos en las mangas para conseguir una mayor precisión en el disparo.


----------------------------------------------------------------------------------

Marta salió de la casa y se acercó a su marido; lo abrazó apoyando su mejilla en la espalda de éste, que acarició suavemente sus manos.


- He acostado a las niñas, no han dejado de hablar de lo bien que se lo han pasado patinando en el lago. Sé que últimamente he sido muy dura contigo, he sido muy egoísta, tú te has llevado la peor parte de todo esto.


Philippe se dio la vuelta y abrazó a su mujer.


- Creo que están empezando a acostumbrarse a tu nueva cara, Claudia dice que tu nariz le parece muy graciosa.


Philippe se toco la nariz, intrigado.


- ¿Por qué crees que lo dice?


Marta le miro a los ojos y sonrió.


- ¿Te acuerdas de esa vieja película que tanto le gustaba a mi madre? La de la primera guerra americano-japonesa.


- Sí, me acuerdo.


- Te han puesto la misma nariz que al protagonista.


Philippe comenzó a reír como sólo se puede reír cuando se lleva una vida simple y tranquila, abrazó de nuevo a su mujer y juntos caminaron hacia el interior de la casa.


----------------------------------------------------------------------------------

La alimentación del traje se realiza mediante una pequeña batería que aprovecha el calor del cuerpo del usuario para prolongar su vida útil, permitiendo además la conexión a corriente alterna, así como a dos pequeños paneles solares que garantizan la autonomía del agente durante días. En el caso de que sea necesaria una intervención anfibia, el Cóndor-BS45®, al contrario que otros trajes de combate, dispone de una serie de microcámaras y nanofilamentos de tensión que aumentan tanto la flotabilidad del sujeto como la capacidad de maniobra de éste en el agua. El Cóndor-BS45® es, sin lugar a dudas, el futuro de la guerra moderna.


----------------------------------------------------------------------------------


Chaim Herzl había esperado durante horas entre los árboles, protegido del frío por su traje de combate Cóndor, observando cómo su objetivo se divertía puerilmente patinando en el hielo y fumando en una ridícula pipa hasta que, por fin, vio a la pareja meterse en la casa; esperó unos minutos más hasta que las luces se apagaron y se acercó sigilosamente hacia la puerta, enroscando el supresor de ruido en el cañón de su pistola.

Lucy

Lucy yace en la cama con el pelo extendido sobre la almohada, pero no puede ser ella. El cadáver de Lucy lleva años pudriéndose en una cuneta, y la mujer que reposa en la cama no está muerta, sus mejillas son de un sano color rosa, su pelo está limpio...pero no respira.

Intento avanzar, mi cuerpo me obedece pero no siento nada, todo mi cuerpo está dormido y me muevo como una mala animación hacia la mujer de la cama.

Me acerco, es ella, pero no puede serlo.

Empiezo a recuperar algo de sensibilidad, me tranquilizo un poco, miro alrededor.
Estoy en una cabaña, una cabaña de madera; desde la ventana situada en frente de la cama puedo ver un bosque de coníferas.Parece que estoy en la montaña.

Me dirijo hacia la ventana; si estoy en una montaña ¿Por qué noto la brisa del mar? ¿Dónde están esas malditas olas?Cuando llego a la ventana la sensación a desaparecido y ha sido sustituida por el tonificante aroma de los cedros.

Está claro, me he vuelto loco.

Pies descalzos a mi espalda, me vuelvo y Lucy me observa, sonriente, no respira, tendría que estar muerta, está muerta, pero es preciosa, con su vestido azul estampado, cientos de margaritas bailando al rededor de su cuerpo.

- Tú ¿estás muerta?

Lucy ríe suavemente.

- Claro que sí, tonto, tú me mataste ¿no te acuerdas?

No sé qué decir, supongo que debería gritar, correr, saltar por la ventana, tirarme a las zarpas de un oso (si no se hubiesen extinguido, claro) o ponerme un embudo en la cabeza.

Soy Napoleón, estoy loco, tengo que estarlo.

Lucy da un paso hacia mí.

- Eso ya no importa, tendrías tus motivos para hacerlo.

Está cerca, muy cerca, acaricia mi mejilla pero no puedo olerla, no puedo oler su crema hidratante ni sus caramelos de café, sé que no está aquí.

Si no estoy loco tiene que ser un sueño.
Miro hacia el suelo y me fijo en mi mano, hay un hilo de lana roja atado en mi dedo, mientras lo desato miro hacia Lucy, veo como su cara se desintegra, la pierdo de nuevo.

De entre la oscuridad aparece un nuevo rostro.

- ¿Munro? ¿Estás bien?

La cara de Polilla está a pocos centímetros de mi cara; por desgracia a él sí puedo olerlo.

- Bueno, ¿qué te ha parecido la prueba?

Me incorporo en el sillón, todavía aturdido por la transición.

- Es una mierda, el código está corrupto; no puedo olerla, la adaptación inicial es demasiado lenta y hay partes de una puta playa tropical jodiendo por ahí. Arréglalo para el lunes o no hay trato.

Recojo mi abrigo y salgo por la puerta del mohoso sótano.

Llueve otra vez.

El lunes se habrá acabado la lluvia.

El lunes ella podrá matarme.

Triple 17

Para Triple 17 cada minuto que pasaba en el Salón Recreativo Shikoku era un minuto de reinado indiscutido; se había ganado su nombre en los duelos de Shinobi Showdown, tres impactos de triple valor en la zona de puntuación 17, no era el máximo pero se acercaba; verle mover su guante impecablemente, con la precisión de un brazo robótico, solía bastar para desmoralizar a cualquier adversario.

Ese día reposaba apoyado en la máquina esperando a que alguien tuviese el valor de retarle. Ese alguien fue Seng; la familia de Seng acababa de ser trasladada desde la frontera oeste y, evidentemente, no sabía nada acerca de Triple 17.

Seng se acercó a la máquina con su monedero electrónico en la mano.

-¿Aceptas desafíos?

Triple 17 sonrió y se puso su guante mientras se situaba frente al sensor de movimiento.

-Claro.

Seng introdujo la tarjeta en la ranura y de inmediato se convirtieron en el centro de la sala, los estudiantes dejaron sus simuladores de combate y las buruseras abandonaron su territorio en las máquinas de baile, todos querían ver el Triple 17.

Con tres movimientos maquinales y perfectos Triple 17 volvió a conseguirlo provocando los gritos de todos los presentes.

De nuevo era el rey.

Seng se colocó en posición, nunca un reinado había caído tan rápida y fulminantemente.

Triple 20.
Triple 20.
Triple 20.

La vida es dura cuando eres carne enlatada

Siempre que, en las pocas veces que me permito conectarme a la Red Externa, alguien se entera de mi condición salta con la misma chorrada:

"¡Oh!¿Un sistema de soporte vital? Que suerte, me encantaría poder permitirme uno".

Si, seguro que te encantaría tener tu cerebro flotando en una roñosa cubeta burbujeante.

"Tiene que ser genial, ser inmortal".

Y una mierda, si fuese inmortal podría atravesar paredes a cabezazos, ahora mismo soy una versión a pilas de un puto pez de colores.

Dejadme deciros algo: esta mierda DUELE, y nunca acaba; aunque el dolor no es lo peor, desde luego, la paranoia sí lo es, no puedo dejar de imaginarme a la panda de imbéciles a los que pago por cuidarme meando en la cubeta donde se retuerce mi malogrado hígado; joder, si no fuese porque ya estaba mal de la cabeza antes de acabar aquí metido me volvería loco.

"¿Qué entorno has escogido? yo elegiría una isla en Micronesia..."

Claro, es maravilloso vivir permanentemente en el mismo lugar, ser capaz de describir la forma de cada nube; por no mencionar las dos palabras que describen a la perfección a un programador de entornos virtuales: VAGO e IDIOTA.

Creedme, la vida es dura cuando eres carne enlatada.

Medusa

Allí está

Ella

Perfecta, me mira fíjamente con sus ojos de Nintendo, con su sonrisa pura como la fibra óptica, Titania de cromo y silicio.

A su lado me siento indefenso, pero no puedo evitar dejarme llevar, perder el control y saturar mi cerebro con entradas contradictorias.

Es una sensación extraña...algo de lo que no conviene abusar; por suerte puedo desconectarme en cualquier momento y volver al mundo real, donde las mujeres son como el poliuretano expandido y mantengo el control.

A Ella no le preocupa, sabe que volveré a sus brazos tarde o temprano, hace tiempo que perdí esta partida...