Thursday, February 17, 2011

Titán en la estación de lluvias - Prólogo

Una brisa proveniente del Pacífico alborotó el cabello de Marta convirtiéndolo en una maraña de rizos negros que se agitaban frente a su cara. Con un movimiento rápido y hábil recogió su pelo en un moño improvisado y buscó con la vista a César, que en ese momento bajaba de un salto el talud que separaba el camino de la playa.

-Por aquí casi no hay altura –dijo desde la arena-, puedes bajar.

Marta se acercó al borde del camino, vio a César extendiendo sus manos para ayudarla a dar el salto y en su cara apenas iluminada por las luces del malecón pudo ver el brillo chispeante que aparece en los ojos del que ha encontrado algo nuevo, la manifestación física de una mezcla de anticipación, deseo y curiosidad. Pensó que la vida no solía señalar de una manera tan evidente los momentos en los que una decisión lo cambia todo.
Alzó la vista, contempló las estrellas y constelaciones que poblaban el cielo nocturno y se preguntó si allí, a miles de kilómetros de distancia, la vida ofrecía a Christian una decisión similar, si sus ojos brillaban de la misma manera mientras tendía sus manos hacia otra mujer en una playa imposible bañada por un océano de benceno; se preguntó si aquello realmente importaba y si el mar de éter que los separaba diluía la realidad haciendo que sus acciones se perdiesen en el vacío, incapaces de llegar a afectar a dos personas separadas por semejante inmensidad; se preguntó si cuando volviesen a verse las manchas solares lavarían sus culpas y perdonarían sus errores; se preguntó si podrían plegar el tiempo transcurrido y hacer que se perdiese entre las fisuras del espacio.
Marta cerró los ojos y dejó que sus pensamientos fuesen arrastrados por la caricia salada de la brisa marina, se descalzó, depositó su mano en las de César y dejó que la luz de sus ojos la guiase en el aterrizaje sobre las arenas blancas.

Monday, February 07, 2011

Kord

La multitud reunida en el coliseo de la ciudad de Drax coreaba apasionada el nombre de su campeón. En el centro del recinto, junto al cuerpo inerte de su oponente, Kord alzaba sus armas manchadas de sangre hacia el cielo para que el sol se reflejase en el acero de su espada e hiciese brillar su escudo de bronce bruñido. Una vez más, había ganado.

***

Los combates de Kord se repetían una y otra vez en los publicarteles situados en las principales calles de las más populosas ciudades del planeta y los montajes en vídeo de sus duelos eran descargados por millones de terminales portátiles de entretenimiento en todos los países del mundo. Kord, al que llamaban “el indómito”, se había convertido en un fenómeno de masas tras sobrepasar el récord de combates invicto en el circuito CAV establecido por el ya retirado Karnivor Krull. Setenta combates después de batir la hasta entonces histórica marca seguía sin conocer la derrota y la “fiebre Kord” se había convertido en un fenómeno global sin precedentes. Las academias de combate virtual que contaban con la aprobación de Kord facturaban miles de Giga Julios al mes, cifra que se disparaba en aquellas ocasiones en las que el campeón llevaba a cabo una de sus demostraciones personales, y el luchador era un invitado habitual en las más exclusivas fiestas del mundo virtual.
Sin embargo, y a pesar de la inmensa popularidad que había alcanzado, la verdadera identidad de Kord seguía siendo un misterio celosamente guardado por su patrocinador en unas exclusivas instalaciones médicas a cientos de metros bajo tierra en una localización secreta en la Costa Azul. Allí, en una cámara sellada e iluminada por luz ultravioleta, el cerebro de Sascha Yun flotaba en el interior de una cubeta llena de plasma sintético. Sascha había sido uno de los mejores jugadores profesionales en la época de los controles mecánicos cuando aun tenía un cuerpo, pero reveló su verdadero potencial cuando se produjo el salto a los controles neuronales; llevó a su avatar en el circuito CAV, Hrun el batallador, a la final del Torneo Abierto de Corea en su primera participación en el torneo y estuvo cerca de derrotar a Karnivor Krull en uno de los combates más memorables de la historia del videojuego.
No es de extrañar que su muerte en el incendio que arrasó su hogar fuese considerada una tragedia irreparable, aunque la noticia distase de ser exacta. Si bien es cierto que el cuerpo de Sascha había quedado destrozado, su sistema nervioso y su valioso cerebro pudieron ser rescatados por los habilidosos médicos contratados por sus patrocinadores del Cártel Biorobótico Franco-Germano, que no estaban dispuestos a ver como semejante mina de oro les fuese arrebatada por algo tan pueril como un accidente doméstico provocado por un enchufe en mal estado. Así, tras meses de cirugía, atención psicológica y asesoría de imagen, Kord el indómito hizo su aparición en el mundo virtual como un nuevo tipo de cibercelebridad; libre de las banales necesidades de su cuerpo humano la actividad de Sascha era frenética, torneos, grupos de desafíos, mundos virtuales, no había lugar en el que Kord no demostrase sus espectaculares habilidades de combate.
Por desgracia para Sascha todo tiene su fin, y en el Cártel eran conscientes de que los beneficios que obtendrían vendiendo los derechos de reproducción de la inesperada derrota de Kord en la Copa Emperatriz serían mayores de lo que podrían obtener con otra previsible victoria, por no mencionar lo gravoso que estaba resultando el mantenimiento de las instalaciones en las que flotaba el cerebro de su jugador estrella y el enorme esfuerzo por mantener su identidad en secreto. Así, tras su derrota a manos de un enloquecido berserker controlado por un jugador profesional cuyas sinapsis habían sido previamente mejoradas mediante la química y la cibernética y que tampoco viviría para saborear las mieles del éxito, mientras se preguntaba en su entorno virtual personal qué había podido ocurrir, cómo su oponente había podido moverse con esa rapidez, el mundo de Sascha Yun simplemente se apagó.