Monday, March 16, 2009

Rasputín

Sentado en un banco en el parque debo parecer un muñeco viejo abandonado el Día de Reyes, estoy seguro de que si no estuviese completamente borracho me dolería hasta el último hueso, glándula y cartílago de mi cuerpo.

Cojo el último cigarrillo del paquete y lo acerco a mi boca; mala idea, nunca se debe fumar con el labio partido, pero entre el viernes y el lunes por la mañana mi sentido común se va de vacaciones y me deja de Rodríguez, con resultados de lo más variado.

Enciendo el cigarrillo como puedo, el brazo tiembla por el esfuerzo o por el frío, no estoy seguro. Dos ancianas pasan ante mí y cuchichean mientras me lanzan miradas réprobas; ante todo soy un tipo educado, así que les dedico mi mejor sonrisa, sanguinolenta y humeante.

-Señoraaas.

¿Cómo he acabado escupiendo pedazitos de muela en un parque? Supongo que es la consecuencia inevitable de mi comportamiento, siempre he seguido una versión posmoderna de la filosofía de Rasputín, degradándome todo lo posible el fin de semana para que la culpabilidad me conserve cuerdo y alerta de lunes a viernes, pero siempre había conseguido evitar las peleas; diplomacia, intimidación o el atisbo de la pura demencia en mis ojos solían bastar para disuadir a mis posibles adversarios, pero parece que esta vez la he cagado olímpicamente.

Debería haber sido más cuidadoso, todo este tiempo fuera de la ciudad me hizo bajar la guardia; aquí la gente tiene los puños dispuestos para salir de paseo a la mínima provocación, real o imaginaria, y no hay provocación más clara que tirarle los trastos a la chica a la que le han echado el ojo. Miento, es aun peor echarle los trastos y tener éxito donde él lleva meses fracasando, eso es una declaración de guerra abierta, nuclear, biológica, firmada y acompañada por una nota en la que pone “patéame el culo, gañán”.

A medida que el frío mañanero despeja mi cerebro el dolor se hace notar cada vez más; calculo que me queda media hora de anestesia, así que me levanto y atravieso el parque en dirección a casa de mis padres, con un poco de suerte podré escurrirme hacia el baño mientras desayunan y adecentarme un poco, si mi madre me ve en este estado es capaz de quedarse tiesa en el sitio.

Hoy ha sido una buena noche, si señor.