Thursday, July 16, 2009

El Desinnovador

Rutger tiene un don por el que el Rey Midas habría matado. Rutger, el desinnovador, tiene el toque de la banalidad, la capacidad de convertir en mundano lo exquisito.

Los primeros años de la vida de Rutger fueron muy duros, sus padres perdieron pronto la ilusión por la vida y decidieron dejarle huérfano cuando él aun era una criatura indefensa. Pasó años en un hospicio donde vio como, uno a uno, sus compañeros encontraban nuevas familias que les acogían con los brazos abiertos y amplias sonrisas. Él, sin embargo, parecía incapaz de despertar ese amor en nadie y creció solo, gris y desgraciado.

Al llegar a la adolescencia Rutger estaba lleno de ira, pero su carrera como delincuente juvenil fue corta y carente de éxitos. Cajas, carteras y bolsillos estaban siempre vacíos para él y nadie parecía tener interés en sus constantes búsquedas de pelea.

El Ejército fue el primer lugar en el que se sintió cómodo. Corría, disparaba, hacía su cama y guardaba la puerta del cuartel bajo la lluvia con gran diligencia día tras día. Cuando él y sus compañeros recibían un permiso visitaban los prostíbulos de la ciudad y sacaban pecho cuando se cruzaban con marineros de permiso, cruzando insultos y amenazas. Se arrastraba por el barro durante las maniobras y desfilaba con sobria disciplina junto a sus camaradas.

Cuando se licenció se sintió desamparado, nunca había hecho nada para ganarse la vida, nunca había sido capaz de aprender algo realmente útil o que le diese ventaja sobre los demás. “Acabaré arrastrándome por la calle, fingiendo una discapacidad para arañar unas monedas”, pensó.

Todo cambió cuando conoció a Ernst Cassiel.

Las revistas de economía decían que Ernst tenía olfato para los negocios, pero se equivocaban. El verdadero don de Ernst era el de ver a la gente. Ernst no sólo miraba a las personas, como suele hacer todo el mundo, si no que veía lo que eran, lo que se ocultaba tras los modismos, máscaras y poses. Cuando miraba a Rutger veía una inagotable fuente de mediocridad y los beneficios que podrían obtenerse de un talento como ese.

Así pues tengan cuidado, señores empresarios.Si algún día un hombre bien vestido se cruza en su camino, extiende su mano y se presenta como Rutger Waise no se dejen llevar por las exigencias del protocolo, no teman ser hoscos, ya que es seguro que Ernst Cassiel ha decidido neutralizar a la competencia.