Thursday, June 08, 2006

Diez veces su precio

La inacabada Ciudad Olímpica de Trípoli se extendía sobre incontables Kilómetros cuadrados de desierto, golpeada incansablemente por el sol, sembrada de calles y estructuras de vigas y paredes prefabricadas, un circuito integrado diseñado por un demente.

Yorgos oteaba el cielo con sus binoculares desde el esqueleto del Gran Hotel Olímpico, dejó de buscar y respiró profundamente con una mueca de desagrado.

-En esta puta ruina respiramos más cemento que aire.

Se volvió hacia Luca, estaba sentado en una estrecha franja de sombra con su rifle de precisión descansando a sus pies, los ojos cerrados y una expresión de inmensa felicidad en la cara, como Buda preparado para la Cuarta Guerra Mundial. A Yorgos le pareció indignante.

-¿Cómo puedes estar tan contento en este pedazo del culo del mundo?

Luca abrió los ojos, los filtros Kodak se ajustaron al exceso de luz y miró a Yorgos, la respuesta era evidente.

-Estoy pensando en la vida que nos vamos a dar cuando vendamos a ese hijo de puta por diez veces su precio, piensa en eso y no notarás el cemento, créeme; por cierto, ¿sabías que en la luna preparan los mejores margaritas de toda la órbita terrestre?

Los dos mercenarios sonrieron y Yorgos se volvió para seguir observando el cielo de Libia; la sonrisa de Yorgos no tardó en disiparse cuando la idea de la traición decidió instalarse en su cabeza.

-¿Estás seguro de que tu contacto es de fiar? Si ese tipo no anula la señal de la cápsula de rescate estamos jodidos.

Luca cerró los ojos y apoyó de nuevo la cabeza en una viga.

-No te preocupes, el desgraciado de Ichiro tiene mujer y tres hijos y la Mishima les ha destinado en una estación espacial de mierda a cientos de kilómetros de ninguna parte, ¿has vivido alguna vez en una estación orbital? Digan lo que digan es como vivir en un ataúd; créeme, nuestro hombre está deseando joder a la corporación y asumir la nueva identidad que le hemos comprado, ese tío tiene mentalidad de granjero.

Las palabras de su socio apenas lograron tranquilizar a Yorgos, había asumido la idea de sufrir una muerte violenta, dolorosa y brutal, eran gajes del oficio, pero por algún motivo aquel le parecía el peor lugar para morir.

-Si al menos pudiésemos contactar con el, comprobarlo de alguna forma.

-Eso NO es posible y lo sabes –la paciencia de Luca se había agotado- si interceptan una señal desde este punto se acabó, muertos; todo saldrá según lo planeado, la señal de la cápsula no llegará a la tierra, de modo que sólo podrán mandar la otra cápsula de la estación para investigar qué ha pasado, y gracias a esta obra de arte que está a mis pies, no llegarán al suelo vivos.Ahora cálmate.


Minutos después Yorgos localizaba en el cielo la cápsula descendiendo elegantemente hacia la ciudad.Los datos de la posición de la cápsula viajaron desde los binoculares de Yorgos a los receptores infrarrojos de los ojos de Luca; tras ser calculado por el procesador táctico instalado en su corteza cerebral el punto de aterrizaje fue reenviado al mapa de Yorgos; en el ojo izquierdo de Luca se desplegó un mapa de la ciudad, con tres puntos luminosos, uno de ellos se movía lentamente siguiendo una trayectoria señalada en rojo.

-Localización recibida, cúbreme.

Mientras Yorgos corría hacia las escaleras Luca recogió su rifle, clavó su rodilla en el suelo y comenzó a buscar en el cielo la segunda cápsula.

Yorgos continuaba corriendo por las calles muertas, hacía cinco minutos que la cápsula había tomado tierra cuando oyó la detonación sorda del rifle de Luca, seguido por la explosión de la cápsula y el ruido de los restos de los guardias de seguridad siendo esparcidos por el desierto; en ningún momento levantó la vista hasta que llegó a la cápsula, reposando en el cemento agrietado y rodeada por una nube de polvo. Abrió la puerta, el aire siseó y la luz entró revelando una figura temblorosa; el Dr. Lubeck se acercó hacia la puerta con los ojos cerrados, deslumbrado por el sol y desorientado por el descenso desde la órbita terrestre.

-Mi familia… ¿están bien?

-El segundo equipo se está encargando de su extracción –contestó Yorgos mientras sacaba de la cápsula al científico- es más simple que en su caso así que no se preocupe, le estarán esperando; ahora intente seguir mi ritmo.

La pareja comenzó a desplazarse hacia el sur, en dirección a los túneles subterráneos donde estarían ocultos de los satélites de la corporación; cada vez que Yorgos se daba la vuelta el Dr.Lubeck parecía más y más cercano a la muerte, la vida en órbita y el sedentarismo lo habían convertido en una oruga rosada y sudorosa. Miró nervioso hacia el cielo, se sentía desprotegido y los ruidos que emitía el doctor indicaban claramente que su cuerpo no avanzaría ni un metro más por sí mismo, tendría que cargar con él hasta estar bajo tierra.


Tras cargar con el Dr.Lubeck a través de interminables calles fantasma, en el mismo instante en el que iba a tirar al saco de sebo al suelo y a patearlo como una pelota de carne, Yorgos vio por fin la entrada a los subterráneos, cientos de pasillos seguros donde ocultarse estaban tan solo a unos metros. En ese momento supo que las cosas habían salido terriblemente mal al oír un segundo disparo del rifle de Luca; arrojó al Dr.Lubeck al suelo y se volvió hacia el hotel; una aeronave de combate descendía rápidamente envuelta en llamas mientras una segunda nave disparaba un cohete contra el piso en el que Luca recargaba su arma reduciéndolo a polvo y escombros.

Sin pararse a pensar agarró al Dr.Lubeck por la ropa y comenzó a correr -las estructuras de los edificios nos servirán de cobertura- pensó -todavía tenemos una posibilidad.

La nave giró hacia su posición y descendió a gran velocidad entre las vigas y el cemento, disparando su ametralladora y haciendo desaparecer la ciudad a su paso. Yorgos se detuvo en seco y gritó al doctor para que siguiese corriendo mientras cargaba su lanzagranadas; a su espalda, deslizándose a pocos metros del suelo con el suave zumbido de sus motores Viper, la aeronave llegó a la calle, giró e, inclinando suavemente el morro, se lanzó hacia delante como una bestia hambrienta hacia una presa fácil.

Todo acabó en unos segundos.

Yorgos se volvió en el mismo momento en el que la nave comenzaba a escupir proyectiles de 30mm sin casquillo; el Dr.Lubeck murió con una sonrisa en la boca, apenas unos pasos lo separaban de la entrada al complejo subterráneo cuando su cuerpo empezó a perder partes una por una. Antes de morir pudo ver los restos de su cadera salpicar un cartel que rezaba “SOLO PERSONAL AUTORIZADO”.

La granada de Yorgos alcanzó su objetivo en el instante en el que el cuerpo del doctor comenzaba a perder consistencia, el motor izquierdo estalló y la nave comenzó a girar sobre sí misma a lo largo de la calle, arrancando bancos y farolas hasta que el depósito de combustible explotó terminando con su agonía.


Derrotado, Yorgos avanzó lentamente hacia los restos del Dr.Lubeck y pateó lo que parecía una mandíbula -Gordo hijo de puta.


Ichiro Bergman contempló Seattle desde las ventanas de la nueva vivienda que la corporación había dispuesto para él en la arcología de la Mishima Zaibatsu en la ciudad.

La corporación castiga la traición.

Fuera de la corporación no hay nada.