Wednesday, August 25, 2010

El Tren

Dado el especto del local, su olor y la ausencia de un fondo musical, resulta evidente que El Tren es el tipo de lugar al que acude la gente que no existe y que, más por seguridad que por un sentido de hermandad, sólo quiere ver y ser vista por gente que tampoco existe. Esta noche la camarera habla de trivialidades con el camarero mientras, al fondo del salón, parcialmente ocultos por la oscuridad y el humo, tres hombres que en realidad nadie conoce mantienen una conversación.

Aunque en estos momentos parece ser más un monólogo.

-Distanciamiento moral –dice Beta con tono magistral mientras ignora el hecho de que sólo uno de sus interlocutores le presta atención-, esa es la clave. No os podéis imaginar la de chorradas que tuve que aguantar en su momento por su culpa, pero fue precisamente el distanciamiento moral lo que me mantuvo cuerdo cuando todo se fue a tomar por culo. De repente todo cambia, dejamos de fingir que nos importan una mierda las masacres de África y las hambrunas de Asia y resulta que formo parte del minúsculo porcentaje de adultos que no necesita medicarse para poder vivir consigo mismo. Llega la medicina clónica, los nanoatentados y la privatización universal y no soy de los que reciben una lluvia de balas porque mi manera de adaptarme al cambio fue más allá de correr por la calle como un enajenado, agitando una palanca delante de la policía de asalto como si una autoridad superior fuese a protegerme mágicamente por lo justo de mi causa. Todos los que censuraban mi distanciamiento moral ahora no son más que una panda de narcozombis o están muertos. El distanciamiento moral fue una ventaja evolutiva para los que nacimos a finales del siglo pasado.

-Espera –interviene Orión, verdaderamente interesado por el discurso de su eventual compañero de fatigas- ¿Dices que no te preocupa la calidad moral de lo que hacemos porque estás genéticamente preparado para que te importe una mierda?

-¡Exacto! –Afirma Beta emocionado- Os estoy hablando de evolución, la evolución no había sido tan efectiva desde que terminó la Edad Media. Mirad, hoy en día sólo hay tres maneras de morir: siendo imbécil, topándote con un hijo de puta más listo que tú o siendo devorado por bacterias en un retrete mal higienizado. Y, de hecho, la tercera es una combinación muy jodida de las dos primeras.

-No te falta razón –afirma Orión mientras engulle lo que queda de su bebida-, pero creo que deberíamos ir a un sitio más privado para empezar a trabajar.

-Joder, sí –exclama Tiamat desviando su vista de la camarera-, como tenga que aguantar cinco minutos más de metafísica callejera me va a dar un cólico.

-Chaval, deberías valorar estos momentos, cuando yo empecé todo el mundo improvisaba a partir de lo que había leído o visto en las películas.

-¿Y cómo demonios sigues vivo?

-Joder, está claro que hablo para las paredes. Evolución, cojones.

-Dejad de discutir –dice Orión mientras se levanta-. Voy a vaciar el depósito. Tiamat, esta ronda te toca a ti.


Tiamat mira su cerveza, caliente y casi entera.


-Joder, he estado tan ocupado intentando no escucharos que ni siquiera he bebido.

-¿Intentando no escucharnos? –pregunta Beta mientras aplasta un cigarrillo contra el cenicero y se coloca otro en la boca- Lo que has estado haciendo toda la noche es mirar ese culito respingón de la barra; ese tipo de distracciones pueden hacerte acabar tirado en una cuneta y con tus órganos desperdigados por todas las clínicas de biorrepuestos de la ciudad.

-¿Qué intentas decirme –pregunta Tiamat mientras sonríe como un cocodrilo-, que tu genética también te ha permitido pasarte cincuenta años sin mojar solo para seguir vivo? Pues prefiero irme a la tumba bien follado que bien dotado genéticamente.


Beta enciende su cigarrillo mientras observa a Tiamat como si intentase adivinar su peso.


-No quiero que esto suene como una amenaza, pero con esa actitud no te doy más de un año en este negocio. Y te advierto que en lo nuestro no hay jubilación ni paro, chaval, de esto solo puedes salir hecho piezas.


Tiamat se recuesta en su silla y observa detenidamente a Beta, lo conoce desde hace meses y aun no es capaz de quitarse la sensación de que el veterano acaba de llegar desde una dimensión paralela en la que los idiomas tienen sutiles pero incomprensibles diferencias.


-¿Paro? ¿Qué cojones es un “paro”?