Monday, February 27, 2006

Faraones contra Helsings

Desde la barandilla del primer piso observo la habitación, centenares de videojuegos gritando para llamar la atención de los jugadores que pasan el día arrastrándose de una máquina a otra; es una escena patética.

Como patética es Frenchy, mi vulgar novia; la reina de los Faraones se divierte como una estudiante de Grado Superior bailando delante de los desechos del sistema educativo público.

Estoy a punto de empezar a partir cabezas cuando veo a Hammond correr hacia mi.

Hammond es un puto desgraciado, no tiene dónde caerse muerto; por eso es útil en la banda, lo ve todo en directo.Apenas puede respirar cuando llega hasta mi y se agarra a mi chaqueta de cuero sintético.

Intento calmarle, no me sirve de nada si no puede hablar.

- Los Helsings, están ocupando el territorio.

Helsings, hijos de puta. Bajo a la primera planta seguido por la sonora respiración de Hammond y saco a Frenchy de la máquina de baile, tras unos segundos de quejas se da cuenta de que se trata de algo serio e intenta comportarse de acuerdo a su posición.

Mientras Hammond comienza a reunir a los demás Frenchy y yo nos dirigimos hacia la sala de monitores en casa de Spur; hace unos años había sido una joven promesa de la programación pero por algún motivo se hundió con todo el equipo, ahora ha pinchado los videos de seguridad para nosotros a cambio de mantenerle.

Su casa está llena de una bruma caliente y rancia.

Uno de los monitores me muestran un montón de Helsings, con sus abrigos largos, su maquillaje y sus sombreros de punta apostados frente a un local comercial abandonado, mi local abandonado, el principal depósito de armas de los Faraones; los demás muestran grupos de Helsings ocupando posiciones en los accesos de la planta.

- No tenemos nada que hacer contra los Helsings sin armas de fuego; Frenchy, saca a Purple del colegio y espérame con ella en el salón recreativo; que llame a su hermano y que lleve su furgoneta detrás del restaurante hindú, rápido. Hay que reunirlos a todos, habrá sangre.



Tras el restaurante, bajo las luces artificiales, un brillante mar de cuero negro se mueve inquieto; todos los Faraones están esperando para recibir sus armas. Hace unos meses un grupo de cubanos con más pelotas que cerebro intentó ocupar nuestro territorio equipados con armas aun más viejas que los despojos que se hacen llamar "mis padres", por suerte decidí guardarlas después de matarlos. Se trata de un surtido bastante pintoresco de armas de pólvora de finales del siglo XX; aunque no tienen ningún tipo de interfaz táctica lo importante es que funcionan y que esos chupacruces creen que estamos desarmados.

Mientras el grueso de los Faraones espera en silencio en el centro del pasaje Curt Henderson me adelanto con Purple y algunos chicos hacia el cruce con el pasaje Milner, con un gesto le indico a Purple que es su momento; la pequeña Purple asiente y comienza a deslizarse hacia los Helsings con una mochila a la espalda.

Unos segundos después oimos la explosión y vemos a Purple salir del cruce y correr hacia nosotros; los Helsings que la siguen caen rápidamente y comenzamos el ataque.

Los Helsings prefieren las armas de filamento y los vibrofilos por lo que en el grupo que vigila mi local apenas hay algunas pistolas y rifles, es como disparar en una de las máquinas del salón recreativo. Mientras mi rifle de asalto golpea mi hombro observo el sudor condensándose en el pecho de Purple, respira rápida y profundamente; creo que va siendo hora de que el faraón busque una nueva reina.

Tuesday, February 14, 2006

Cóndor

Philippe Schumann dio una calada a su pipa de madera noble, el aroma del tabaco sintético era aún mejor allí, en uno de los últimos lugares genuinamente naturales que quedaban en la tierra; una enorme extensión cubierta de árboles, rocas y nieve. Echó un vistazo a la pipa, tallada a mano con materiales obscenamente caros, lo último que conservaba de su anterior vida; un valioso regalo, pero también un símbolo de su esclavitud.


Aunque nadie usa esa palabra hoy en día, claro.


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Nuestro nuevo modelo de traje de combate, el Cóndor-BS45®, incorpora la más moderna tecnología para convertir a sus agentes en ejércitos de un sólo hombre. El traje está construido de una sola pieza, con fibras de blindaje inteligente Orión® que reaccionan a la perfección contra cualquier tipo de ataque, ofreciendo una virtual invulnerabilidad ante los calibres más comunes en las armas ligeras a distancias cortas.


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Philippe rompió en dos su pipa y la arrojó lejos, sintiéndose libre por primera vez en treinta años. En el piso de arriba su mujer, Marta, daba las buenas noches a sus dos hijas; en los últimos meses Marta le había reprochado todo lo que habían sufrido las niñas debido a su obsesión por salir –escapar- del seno de la corporación, pero Philippe sabía que valía la pena. Él mismo había pasado por cosas peores durante su infancia en Viena, después de la guerra, y ahora todo eso le parecía irreal; además, pasar unos meses encerradas en un zulo le parecía un precio muy bajo por una oportunidad de crecer libres, sin que nadie diseñase su vida de acuerdo a una estrategia de mercado.


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El traje Cóndor-BS45® mostrará todo su potencial a aquellos usuarios que dispongan de un coprocesador táctico cortical; para ello presenta un juego de clavijas compatibles con los interfaces ESC 2.0 y USDCB-128/4TP y el más potente software de última generación. Mediante estas conexiones el usuario puede variar la temperatura interna y externa del traje, así como controlar los servofilamentos dispuestos en las mangas para conseguir una mayor precisión en el disparo.


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Marta salió de la casa y se acercó a su marido; lo abrazó apoyando su mejilla en la espalda de éste, que acarició suavemente sus manos.


- He acostado a las niñas, no han dejado de hablar de lo bien que se lo han pasado patinando en el lago. Sé que últimamente he sido muy dura contigo, he sido muy egoísta, tú te has llevado la peor parte de todo esto.


Philippe se dio la vuelta y abrazó a su mujer.


- Creo que están empezando a acostumbrarse a tu nueva cara, Claudia dice que tu nariz le parece muy graciosa.


Philippe se toco la nariz, intrigado.


- ¿Por qué crees que lo dice?


Marta le miro a los ojos y sonrió.


- ¿Te acuerdas de esa vieja película que tanto le gustaba a mi madre? La de la primera guerra americano-japonesa.


- Sí, me acuerdo.


- Te han puesto la misma nariz que al protagonista.


Philippe comenzó a reír como sólo se puede reír cuando se lleva una vida simple y tranquila, abrazó de nuevo a su mujer y juntos caminaron hacia el interior de la casa.


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La alimentación del traje se realiza mediante una pequeña batería que aprovecha el calor del cuerpo del usuario para prolongar su vida útil, permitiendo además la conexión a corriente alterna, así como a dos pequeños paneles solares que garantizan la autonomía del agente durante días. En el caso de que sea necesaria una intervención anfibia, el Cóndor-BS45®, al contrario que otros trajes de combate, dispone de una serie de microcámaras y nanofilamentos de tensión que aumentan tanto la flotabilidad del sujeto como la capacidad de maniobra de éste en el agua. El Cóndor-BS45® es, sin lugar a dudas, el futuro de la guerra moderna.


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Chaim Herzl había esperado durante horas entre los árboles, protegido del frío por su traje de combate Cóndor, observando cómo su objetivo se divertía puerilmente patinando en el hielo y fumando en una ridícula pipa hasta que, por fin, vio a la pareja meterse en la casa; esperó unos minutos más hasta que las luces se apagaron y se acercó sigilosamente hacia la puerta, enroscando el supresor de ruido en el cañón de su pistola.

Lucy

Lucy yace en la cama con el pelo extendido sobre la almohada, pero no puede ser ella. El cadáver de Lucy lleva años pudriéndose en una cuneta, y la mujer que reposa en la cama no está muerta, sus mejillas son de un sano color rosa, su pelo está limpio...pero no respira.

Intento avanzar, mi cuerpo me obedece pero no siento nada, todo mi cuerpo está dormido y me muevo como una mala animación hacia la mujer de la cama.

Me acerco, es ella, pero no puede serlo.

Empiezo a recuperar algo de sensibilidad, me tranquilizo un poco, miro alrededor.
Estoy en una cabaña, una cabaña de madera; desde la ventana situada en frente de la cama puedo ver un bosque de coníferas.Parece que estoy en la montaña.

Me dirijo hacia la ventana; si estoy en una montaña ¿Por qué noto la brisa del mar? ¿Dónde están esas malditas olas?Cuando llego a la ventana la sensación a desaparecido y ha sido sustituida por el tonificante aroma de los cedros.

Está claro, me he vuelto loco.

Pies descalzos a mi espalda, me vuelvo y Lucy me observa, sonriente, no respira, tendría que estar muerta, está muerta, pero es preciosa, con su vestido azul estampado, cientos de margaritas bailando al rededor de su cuerpo.

- Tú ¿estás muerta?

Lucy ríe suavemente.

- Claro que sí, tonto, tú me mataste ¿no te acuerdas?

No sé qué decir, supongo que debería gritar, correr, saltar por la ventana, tirarme a las zarpas de un oso (si no se hubiesen extinguido, claro) o ponerme un embudo en la cabeza.

Soy Napoleón, estoy loco, tengo que estarlo.

Lucy da un paso hacia mí.

- Eso ya no importa, tendrías tus motivos para hacerlo.

Está cerca, muy cerca, acaricia mi mejilla pero no puedo olerla, no puedo oler su crema hidratante ni sus caramelos de café, sé que no está aquí.

Si no estoy loco tiene que ser un sueño.
Miro hacia el suelo y me fijo en mi mano, hay un hilo de lana roja atado en mi dedo, mientras lo desato miro hacia Lucy, veo como su cara se desintegra, la pierdo de nuevo.

De entre la oscuridad aparece un nuevo rostro.

- ¿Munro? ¿Estás bien?

La cara de Polilla está a pocos centímetros de mi cara; por desgracia a él sí puedo olerlo.

- Bueno, ¿qué te ha parecido la prueba?

Me incorporo en el sillón, todavía aturdido por la transición.

- Es una mierda, el código está corrupto; no puedo olerla, la adaptación inicial es demasiado lenta y hay partes de una puta playa tropical jodiendo por ahí. Arréglalo para el lunes o no hay trato.

Recojo mi abrigo y salgo por la puerta del mohoso sótano.

Llueve otra vez.

El lunes se habrá acabado la lluvia.

El lunes ella podrá matarme.

Triple 17

Para Triple 17 cada minuto que pasaba en el Salón Recreativo Shikoku era un minuto de reinado indiscutido; se había ganado su nombre en los duelos de Shinobi Showdown, tres impactos de triple valor en la zona de puntuación 17, no era el máximo pero se acercaba; verle mover su guante impecablemente, con la precisión de un brazo robótico, solía bastar para desmoralizar a cualquier adversario.

Ese día reposaba apoyado en la máquina esperando a que alguien tuviese el valor de retarle. Ese alguien fue Seng; la familia de Seng acababa de ser trasladada desde la frontera oeste y, evidentemente, no sabía nada acerca de Triple 17.

Seng se acercó a la máquina con su monedero electrónico en la mano.

-¿Aceptas desafíos?

Triple 17 sonrió y se puso su guante mientras se situaba frente al sensor de movimiento.

-Claro.

Seng introdujo la tarjeta en la ranura y de inmediato se convirtieron en el centro de la sala, los estudiantes dejaron sus simuladores de combate y las buruseras abandonaron su territorio en las máquinas de baile, todos querían ver el Triple 17.

Con tres movimientos maquinales y perfectos Triple 17 volvió a conseguirlo provocando los gritos de todos los presentes.

De nuevo era el rey.

Seng se colocó en posición, nunca un reinado había caído tan rápida y fulminantemente.

Triple 20.
Triple 20.
Triple 20.

La vida es dura cuando eres carne enlatada

Siempre que, en las pocas veces que me permito conectarme a la Red Externa, alguien se entera de mi condición salta con la misma chorrada:

"¡Oh!¿Un sistema de soporte vital? Que suerte, me encantaría poder permitirme uno".

Si, seguro que te encantaría tener tu cerebro flotando en una roñosa cubeta burbujeante.

"Tiene que ser genial, ser inmortal".

Y una mierda, si fuese inmortal podría atravesar paredes a cabezazos, ahora mismo soy una versión a pilas de un puto pez de colores.

Dejadme deciros algo: esta mierda DUELE, y nunca acaba; aunque el dolor no es lo peor, desde luego, la paranoia sí lo es, no puedo dejar de imaginarme a la panda de imbéciles a los que pago por cuidarme meando en la cubeta donde se retuerce mi malogrado hígado; joder, si no fuese porque ya estaba mal de la cabeza antes de acabar aquí metido me volvería loco.

"¿Qué entorno has escogido? yo elegiría una isla en Micronesia..."

Claro, es maravilloso vivir permanentemente en el mismo lugar, ser capaz de describir la forma de cada nube; por no mencionar las dos palabras que describen a la perfección a un programador de entornos virtuales: VAGO e IDIOTA.

Creedme, la vida es dura cuando eres carne enlatada.

Medusa

Allí está

Ella

Perfecta, me mira fíjamente con sus ojos de Nintendo, con su sonrisa pura como la fibra óptica, Titania de cromo y silicio.

A su lado me siento indefenso, pero no puedo evitar dejarme llevar, perder el control y saturar mi cerebro con entradas contradictorias.

Es una sensación extraña...algo de lo que no conviene abusar; por suerte puedo desconectarme en cualquier momento y volver al mundo real, donde las mujeres son como el poliuretano expandido y mantengo el control.

A Ella no le preocupa, sabe que volveré a sus brazos tarde o temprano, hace tiempo que perdí esta partida...