Lucy yace en la cama con el pelo extendido sobre la almohada, pero no puede ser ella. El cadáver de Lucy lleva años pudriéndose en una cuneta, y la mujer que reposa en la cama no está muerta, sus mejillas son de un sano color rosa, su pelo está limpio...pero no respira.
Intento avanzar, mi cuerpo me obedece pero no siento nada, todo mi cuerpo está dormido y me muevo como una mala animación hacia la mujer de la cama.
Me acerco, es ella, pero no puede serlo.
Empiezo a recuperar algo de sensibilidad, me tranquilizo un poco, miro alrededor.
Estoy en una cabaña, una cabaña de madera; desde la ventana situada en frente de la cama puedo ver un bosque de coníferas.Parece que estoy en la montaña.
Me dirijo hacia la ventana; si estoy en una montaña ¿Por qué noto la brisa del mar? ¿Dónde están esas malditas olas?Cuando llego a la ventana la sensación a desaparecido y ha sido sustituida por el tonificante aroma de los cedros.
Está claro, me he vuelto loco.
Pies descalzos a mi espalda, me vuelvo y Lucy me observa, sonriente, no respira, tendría que estar muerta, está muerta, pero es preciosa, con su vestido azul estampado, cientos de margaritas bailando al rededor de su cuerpo.
- Tú ¿estás muerta?
Lucy ríe suavemente.
- Claro que sí, tonto, tú me mataste ¿no te acuerdas?
No sé qué decir, supongo que debería gritar, correr, saltar por la ventana, tirarme a las zarpas de un oso (si no se hubiesen extinguido, claro) o ponerme un embudo en la cabeza.
Soy Napoleón, estoy loco, tengo que estarlo.
Lucy da un paso hacia mí.
- Eso ya no importa, tendrías tus motivos para hacerlo.
Está cerca, muy cerca, acaricia mi mejilla pero no puedo olerla, no puedo oler su crema hidratante ni sus caramelos de café, sé que no está aquí.
Si no estoy loco tiene que ser un sueño.
Miro hacia el suelo y me fijo en mi mano, hay un hilo de lana roja atado en mi dedo, mientras lo desato miro hacia Lucy, veo como su cara se desintegra, la pierdo de nuevo.
De entre la oscuridad aparece un nuevo rostro.
- ¿Munro? ¿Estás bien?
La cara de Polilla está a pocos centímetros de mi cara; por desgracia a él sí puedo olerlo.
- Bueno, ¿qué te ha parecido la prueba?
Me incorporo en el sillón, todavía aturdido por la transición.
- Es una mierda, el código está corrupto; no puedo olerla, la adaptación inicial es demasiado lenta y hay partes de una puta playa tropical jodiendo por ahí. Arréglalo para el lunes o no hay trato.
Recojo mi abrigo y salgo por la puerta del mohoso sótano.
Llueve otra vez.
El lunes se habrá acabado la lluvia.
El lunes ella podrá matarme.
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