Friday, September 08, 2006

Nínive

La cabina de la libélula de metal es oscura y fría, me mantiene aislada del calor infernal del exterior mientras piloto la nave a través del desierto; Mathaus lleva días recitando datos de navegación, resultados de sondeos e información sobre comunicaciones interceptadas. Las pastillas para aliviar la falta de sueño están empezando a perder eficacia y cada vez me cuesta más mantener la concentración.

Durante las últimas doce horas hemos cubierto el espacio de búsqueda del grupo tres, aun no sabemos si han sufrido un accidente o si nuestro objetivo ha decidido tomar la iniciativa. En el horizonte veo aparecer los restos de una carretera; en la cuneta, protegida del viento, una chabola lucha por mantenerse en pie.


- Mathaus ¿ves eso?

- Un segundo - Mathaus se inclina con desgana sobre la pantalla del multiscanner, está claro que ha abandonado la misión antes de terminar- dos señales de calor, parecen una mujer joven y un animal doméstico.


Despliego el puente de aterrizaje y hago descender la nave a unos metros de la casa, las patas se clavan en el suelo haciendo chirriar la suspensión bajo el peso de toneladas de acero; una nube de polvo gris baila alrededor de la nave asentándose a medida que las alas dejan de vibrar. Un perro escuálido sale corriendo de la casa y comienza a ladrar hacia el vehículo mientras una figura pequeña cubierta de harapos observa la escena desde el umbral de la puerta.

Me preparo para salir al exterior y dejo a Mathaus al mando de la nave; la puerta lateral del vehículo se abre y las escaleras se despliegan con un zumbido, me siento aturdida por el intenso calor y el olor a ceniza. El perro corre hacia la casa asustado por el fantasma blanco que acaba de salir del insecto cromado; no quiero intimidar a la chica así que agito la mano amistosamente mientras me dirijo hacia ella.
Mi gesto no recibe respuesta y sus ojos azules me observan fijamente, como si pudiese ver mis ojos a través de las gafas de espejo.


- Hola -digo sonriendo- estamos…

- Me llamo Nínive -me interrumpe devolviéndome la sonrisa sin dejar de mirarme a los ojos.

- Vaya, es un nombre muy bonito - intento ser amable aunque nunca me he sentido cómoda con la gente del exterior, no entiendo qué impulsa a la gente a seguir viviendo en un lugar como este- verás, estamos buscando…

- Era el nombre de una ciudad asiria -Nínive vuelve a interrumpirme, continua mirándome inclinando levemente la cabeza como si yo fuese una pieza de una galería de arte- ahora ya no existe, mi padre me llamó así porque era arqueólogo.

- Eso es muy interesante…Nìnive, pero verás, tengo un poco de prisa…

- ¿Qué estás buscando?

Sonrío de nuevo, parece que por fin sacaré algo en claro de esta conversación.

-Verás, estoy buscando a un hombre, es un hombre muy peligroso.

-¿Por qué?

La pregunta de Nìnive es demasiado general para mi cerebro somnoliento.

- ¿Por qué qué? ¿Por qué lo busco o por qué es peligroso?

Nìnive se encoge de hombros, ya no estoy segura de si está loca o si está intentando tomarme el pelo; en ese momento la chica deja de mirarme y dirige la mirada hacia la nave, levanta el brazo y extiende el dedo índice.

- ¿Es ese el hombre que buscas?

Rápidamente desenfundo mi arma y giro apuntando hacia donde señala Nínive; Mathaus está sentado en la escalera de la nave mirando hacia nosotras, no puedo evitar reírme de mí misma.

- No, ese es Mathaus, está buscando conmigo.

- Pues entonces no he visto a nadie -se encoge de hombros y vuelve a mirarme a través de las gafas.


Mientras hablamos el perro se ha acercado a mi bota y la huele moviendo la cola; tiene un aspecto horrible, huesudo y con calvas en el pelo por las que se pasea todo tipo de parásitos.
En ese momento me doy cuenta de que no voy a conseguir nada de una niña loca y un perro medio muerto.


- Bueno, Nínive, tengo que seguir con mi trabajo; puede que vuelva a pasar por aquí, ¿de acuerdo?


La chica asiente y no deja de observarme mientras me dirijo a la libélula; Mathaus ha bajado al suelo y mira fijamente a Nínive, está claro en qué está pensando; lo siento por la chica pero si se desahoga ahora me ahorraré problemas más adelante y, de todos modos, los dos necesitamos un respiro.


- Tienes media hora.

- De sobra - Mathaus sonríe y comienza a caminar en dirección a la casa.


Nínive intuye sus intenciones y corre dentro de la casa, el perro empieza a ladrar pero una patada de Mathaus basta para dejarlo fuera de combate, demasiado débil para proteger a su dueña.

Estoy a punto de entrar en el vaporizador de agua cuando oigo el disparo, cojo mi arma y corro fuera de la nave hacia la casa, me doy cuenta de mi error cuando ya es demasiado tarde. Algo me golpea en el pecho mientras entro corriendo en la oscuridad; desde el suelo puedo ver a mi agresor, un hombre con un traje blanco de combate como los que guardo en la armería de la nave, disparo al vacío antes de notar su mano en mi muñeca y mi brazo romperse con un chasquido húmedo.

Desde el suelo puedo ver a Mathaus con los pantalones bajados y un agujero en el pecho, Nínive me mira impasible mientras el “hombre peligroso” me rompe el cuello.