Monday, August 04, 2008

Trilobyte

Diego chasqueó los dedos para llamar la atención de la camarera, parapetado tras botellas de cerveza suave y vasos de tequila le hizo una señal para que se acercase.

Petra tenía el aspecto agotado y avejentado de las madres solteras prematuras, a pesar de ello conservaba una figura rotunda y era evidente que unos años atrás había sido una belleza. En ocasiones cuando se movía de mesa en mesa y la luz reflejada en la cúpula de discos de oro se mezclaba con su piel morena Petra parecía recuperar parte del esplendor adolescente que, junto a su natural falta de sentido común, había sido el motor de su desgracia.
Al ver la señal de Diego, Petra dejó de cortar limones y se arrastró sin gracia hacia la mesa.

-¿Qué quiere?-Preguntó con desgana.

Sin ningún tipo de reparo Diego la observó de arriba a abajo, se sentía el emperador de la Luna y Petra era la joven campesina con la que se había encaprichado esa noche.

-Más de lo mismo-Respondió señalando las botellas.

-En seguida, señor.

Durante todo el camino de Petra hacia la barra Diego no perdió de vista el movimiento de sus nalgas, se divirtió siguiéndolo con un leve movimiento de la cabeza hasta que sintió la mordiente necesidad de otra dosis de bupropión.

Entró en el aseo y de su bolsillo sacó una lámina de plástico verde de la que despegó un parche hipodérmico rectangular que aplicó en su cuello; la hormona se distribuyó por su organismo elevándolo de nuevo a la órbita olímpica en la que había navegado desde su llegada al Mayan Luna Holliday Resort, se apoyó en la puerta y aspiró profundamente, disfrutando del escalofrío que recorría su columna vertebral.

Diego aterrizó profundamente cuando oyó abrirse la puerta del aseo, drogado o no era un profesional y se había acostumbrado a que los ataques de paranoia fuesen más abundantes que las horas de sueño; respiró suavemente y recogió cuidadosamente la información que flotaba en el ambiente mientras los filamentos táser de sus pulgares comenzaban a cargarse.

-Eres un hombre-relató hacia sí mismo-¿botines de cuero? menudo hortera, un hortera alto y con pasta, estás acostumbrado a usar la taza, te molesta que yo la esté ocupando...jódete, vas a tener que hacerlo en esa mierda de meadero de diseño ¿a qué hueles? lo he olido antes, si, lávate las manos y pírate, imbécil...

Aunque Diego se relajó cuando oyó los pasos del desconocido alejarse ya era demasiado tarde, había desperdiciado un subidón que prometía ser épico. Salió de los aseos y caminó hacia su mesa, apuró de un trago el tequila, bebió un sorbo de cerveza para compensar el sabor y se dirigió a la barra con la libido disparada por la fenetilamina. Entregó su chip de crédito a Petra y la observó fijamente mientras cobraba sus consumiciones en la caja electrónica, su cerebro de reptil se agitaba empapado por la hormona sintética, la cadencia de la guitarra eléctrica y el olor a sudor y llanto despertaron un irresistible ansia en él.

-Aquí tiene, gracias por visitar el Latin Rock Café.

Petra repitió su mantra comercial y devolvió el chip de crédito mientras se encogía incómoda al sentirse escrutada por los ojos de Diego. Intentó sin éxito no mirarle a los ojos.

-¿A qué hora termina tu turno?

Petra desvió la mirada y comenzó a balbucear una negativa educada, sus ojos iban y venían, intentaba no volver a cruzar su mirada hasta que su atención se centró en el fajo de billetes que Diego acababa de sacar del bolsillo de su chaqueta.

-¿Cuánto cobras por trabajar aquí? ¿Doscientos, ciento cincuenta? brutos, claro, después de pagar los impuestos, el oxígeno, el alquiler y los servicios mínimos te debe quedar una miseria.

-¡Por favor guarde eso!

-Vamos, seguro que sabes de alguien que pueda convertirlo en crédito.

Desesperada, Petra miró alrededor, el local estaba casi vacío y no parecía que ningún cliente les estuviese prestando atención. Pensó en la última vez que había dormido toda la noche y en lo lento que transcurría el tiempo cuando el futuro era un lugar con el que soñar.

-Espéreme a las 10 en la puerta de servicio- Susurró sin mirar a Diego.

***

Elvira terminaba de ponerse su uniforme cuando Petra entró en el vestuario. En el espejo vio a Petra quitarse el uniforme con desgana.

-Chica estás hecha polvo.

Petra respiró profundamente y tiró el uniforme dentro de su taquilla.

-No está siendo un buen día.

Elvira observó con preocupación a su amiga, se giró, posó las manos en sus caderas y sonrió.

-¿Cómo es que tú y yo no hemos salido nunca a divertirnos?

Petra sonrió mientras desabrochaba su sostén, apreciaba las buenas intenciones de Elvira, pero en ese momento le parecía la persona más inoportuna de toda la órbita.

-Tengo dos niños y estoy sola, Elvira, no me puedo divertir.

-Puedes dejarlos con mi hermana, ella tiene una niña, seguro que se lo pasan bien.

Petra miró a Elvira, era evidente que no daría el tema por zanjado hasta que accediese.

-Si-dijo mientras sonreía-es una buena idea.

-¡Claro que sí!-exclamó Elvira mientras salía de la habitación-ya verás, conozco unos sitios geniales.

Por fin sola, mientras se relajaba en la ducha, se permitió unos minutos de evasión. Se imaginó volviendo a la tierra, la guerra habría terminado, sus hijos crecerían sanos y alegres y ella podría ver la felicidad en sus ojos y en sus anchas sonrisas al sentir el mar acariciando sus tobillos.
Se vistió, pensó que ese no era el mejor de sus vestidos, aunque era algo que no le preocupaba demasiado e incluso le pareció conveniente. Se sentó y miró el reloj. Decidió que se retrasaría diez minutos.

***

El amplio Paseo de Cartagena se encontraba con el Paseo Libertadores en la magnífica Plaza Simón Bolívar, sus paredes estaban cubiertas de vegetación desde el suelo hasta el punto en el que estas se transformaban en una hermosa cúpula de titanio. Otros pasajes de menor importancia convergían también en la plaza, comunicando las zonas residenciales de los trabajadores y los locales oficialmente inexistentes con el corazón de la colonia.

Apoyado en una columna coronada por enredaderas Chaim Herzl observaba uno de los múltiples pasillos de mantenimiento que se abrían en las paredes del Paseo de Cartagena; mientras mordisqueaba un pedazo de pan sin levadura desvió su atención hacia una de las paredes holográficas en las que se anunciaba la última simulación sensorial protagonizada por Nicola Wong; de nuevo su personaje más popular, el asesino corporativo Cassius Reinhart, se enfrentaba a una emocionante trama llena de traición, explosiones, hackers musculosos y eróticos encuentros con sensuales ejecutivas africanas.

Sonrió y pensó en lo alejado de la realidad que era aquello; el verdadero trabajo de un asesino, su trabajo, era terriblemente aburrido. Había pasado los últimos cinco días siguiendo a Diego Teniers en un interminable recorrido por el Mayan Luna Holliday Resort, cualquier lugar en el que hubiese disponible alcohol y mujeres parecía adecuado. Su última adquisición era la camarera del Latin Rock Café, una mujer joven pero desgastada que se mostraba claramente incómoda acompañando a Diego en su rutina de tequila, cerveza y parches de anfetamina.

La publicidad continuó con el desfile habitual, en el que se alternaban anuncios absurdamente pornográficos de productos de alta tecnología y promesas de un futuro mejor para aquellos que optasen por unirse a la aventura colonial; los anuncios se transformaron en un panel de noticias, noticias filtradas, modificadas y maquilladas para que de ningún modo pudiesen agriar las vacaciones de los clientes del resort; en un increíble alarde de creatividad las guerras se transformaban en revoluciones, los genocidios en desastres naturales, las invasiones en misiones de paz, la muerte en aire y la sangre en perfume unisex.

Chaim decidió que había esperado suficiente. Con un movimiento del dedo anular cargó el proyector de dardos Gauss-Birkeland implantado en su antebrazo y se mezcló con la multitud, encaminándose al pasillo de mantenimiento al que Diego había arrastrado a su camarera.

***

Diego empujó a Petra contra la pared de resina, besó y mordió su cuello subiendo lentamente hasta llegar a su boca, deslizó la mano desde su cadera y comenzó a explorar entre sus piernas; cuando la mano derecha alcanzó sus pechos la pasividad de Petra se había transformado y sus caderas luchaban por fundirse con las de Diego.

-Hazlo-resopló en el oído de Diego-por favor, hazlo.

Diego sonrió y enterró sus dedos aun más profundos en el interior de Petra, forzando la liberación de un gemido enterrado bajo años de frustración y soledad. Petra se abrazó con fuerza, apretando la mano entre sus piernas mientras intentaba contener un grito de satisfacción. Diego aceleró el ritmo hasta que, de pronto, notó como Petra intentaba separarse.

-Nos han cogido-susurró ella.

En ese momento el instinto que había mantenido a Diego con vida durante años se abrió paso a través del velo de tequila y bupropión, acompañado por un olor familiar a harina de matzá; sin pensarlo se zafó del abrazo de petra y giró sobre su pié derecho en el momento en que tres dardos de carbono se clavaban en la cara de la camarera.

Petra apenas sentía dolor por los pequeños dardos, aunque sentía el escozor provocado por la toxina al extenderse por su cara y la calidez de la sangre al brotar de sus ojos y nariz; desconcertada, se volvió hacia Diego a tiempo de ver cómo desaparecía por el laberinto de pasillos de mantenimiento.

Una punzada en su vientre la derribó de rodillas y los restos de su propio organismo al licuarse brotaron de su boca mientras se retorcía en un espasmo, aturdida por el dolor provocado por el colapso de su sistema nervioso se contempló reflejada en el suelo y el terror se apoderó de ella al pensar que, después de todo, su vida acabaría allí.

Desesperada pensó que, de algún modo, todo acabaría bien y pensó en descansar mientras, cálida y agradable al deslizarse por sus muslos, su sangre la sumergió en un sueño profundo.

***

Gruesos tubos de metal salían de las paredes de cemento del pozo, exhibían su revestimientos corroídos y ajados mientras silbaban entonando un canto suave antes de ascender y fundirse con la oscuridad desde la que goteaba el agua, condensada y contaminada tras refrigerar los enormes conversores de gravedad que gemían cientos de metros más arriba, más allá de la oscuridad.

Diego alzó la vista y observó como el humo de su cigarrillo se perdía entre los gases que escapaban de las tuberías, intentando desviar la atención del dolor que provocaba el corte en su mano izquierda; pensó que, seguramente, no sobreviviría a su próximo encuentro con Herzl.
Desvió su atención hacia la taza de metal que sostenía en su mano derecha, en su interior un líquido espeso y brillante oscilaba lentamente, se dio cuenta de que era el temblor de su mano lo que causaba su movimiento.

-Bebe-dijo de pronto la figura sentada frente a él-te sentará bien.

Diego bebió el contenido de la taza de un trago, aguantando el tipo con firmeza, la etiqueta callejera siempre había sido uno de sus puntos fuertes.

-No está mal-gruñó mientras se levantaba-deberías comercializarlo allí arriba.

Diego recibió una sonrisa desdentada como respuesta.

-Me ofrecería a ser tu representante, pero aun no estoy seguro de si saldré vivo de esta; no sé cómo me voy a cargar a ese tío.

Monet dejó de sonreír y centró su atención en sus pies, meditando durante unos segundos antes de volver a hablar.

-¿No puedes esconderte hasta que se canse de buscarte?

-No-respondió-he trabajado con él, le conozco bien y él a mí, no tardaría en encontrarme y, de todos modos, sus jefes no se lo permitirían, se toman estas cosas muy a la tremenda.

La chica escuchaba atentamente cada palabra y Diego pensó que sería una lástima desperdiciar un público tan atento, se enderezó y aclaró su voz antes de continuar hablando.

-No soy un tipo presumido, pero ese asunto de Trilobyte fue una obra maestra, casi me apena que prácticamente todos los implicados estén muertos.

-Trilobyte-rió su público-que nombre más tonto.

Diego sonrió.

-Sí, los canadienses tienen un sentido del humor bastante moñas, pero eso no cambia las cosas, tendré que librarme de Herzl si quiero tener alguna posibilidad de desaparecer.

Arrojó su cigarrillo a uno de los charcos que decoraban el suelo del pozo y cerró su chaqueta.

-Ha sido un placer conocerte, Monet, gracias por la copa.

Monet sonrió de nuevo y se preparó pausadamente para buscar comida mientras Diego se internaba de nuevo en el laberinto de cemento.

***

La adrenalina sintética recorría con violencia el cuerpo de Diego a través de su torrente sanguíneo, bombeada por un corazón al borde del colapso. El tenue lamento de los conversores de gravedad se había transformado en un aullido que ahogaba el sonido de la pelea.
En el suelo, Chaim Herzl y Diego Teniers forcejeaban, intentando acabar con la vida del otro. Diego golpeó el suelo con la mano del asesino una y otra vez mientras presionaba su cara contra el suelo; el cerebro de Chaim se vio bombardeado por un abrumador flujo de datos mientras el procesador táctico instalado en su cerebro intentaba recalibrar el arma implantada en su brazo.

-Al viejo estilo entonces-pensó mientras desconectaba el procesador.

Agarró la mano de Diego y con un giro de muñeca liberó su cabeza, flexionó su pierna hasta situar el talón en el pecho de Diego y se liberó de su presa proyectándolo contra la pared de acero.
Aturdido por el golpe Diego miró al frente y notó el puño de Chaim impactando contra su pómulo en un puñetazo poco acertado, comprendió no tendría tanta suerte con el próximo golpe y se abalanzó contra su adversario. Su intento de desequilibrar a su enemigo falló y la rodilla de Chaim golpeó su costado, destrozando sus costillas y vaciando de aire sus pulmones; desesperado y sin opciones Diego agarró el brazo de Herzl y liberó la electricidad que almacenaba en sus pulgares.

Sus costillas gritaron suplicando por la inconsciencia mientras se derrumbaba al suelo sacudido por la electricidad; intentó levantarse, pero su cuerpo se mostró incapaz de obedecerle. Frente a él vio a Chaim y notó el olor de la carne quemada de su brazo cibernético; aun respiraba, pero permanecía inmóvil en el suelo.

-Sólo tengo que mantenerme despierto-rió-mantenerme despierto hasta que pueda moverme y entonces serás historia.

6 comments:

Anonymous said...

muy bueno. Chaim Herzl es del mosad? (ya lo habias usado antes)

Quemador said...

Efectivamente. La más eficiente fábrica de armas humanas que existe.

Quemador said...

De todos modos, tras leerlo de nuevo me he dado cuenta de que se nota mucho que es mi primer relato de esta extensión, sin duda le hacen falta un par de meneillos.

Anonymous said...

yo no sería tan duro: tecnicamente es redondo, es muy dinamico y muy gráfico. Pero en este tipo de certamenes quiza busquen algo de mas "profundidad humana" mas alla del thriller sci-fi.

La proxima vez, sin salir de lo que es tu estilo, habla de cosas cotidianas, intenta tender a emociones mediocres y un poco pijas. Te dan como minimo un puto accesit

JULIO FALAGAN said...

Veo que has cambiado la foto...
Dios! Está Fetén!!!

Quemador said...

Jejejejejeje.
Gracias gracias, usted que me mira con buenos ojos.