Monday, August 29, 2011

Titán en la estación de lluvias - Gulash

La respiración de Anya acompañaba a Christian en su exploración del falso techo de la habitación. Tendido boca arriba intentaba evitar el contacto con su acompañante ya que cada vez que decidía marcharse se veía atrapado por la visión y el tacto de sus curvas suaves y  de su piel sin imperfecciones sin importar el espeso y sofocante ambiente de la habitación o que el sudor de la noche anterior se hubiese convertido en una segunda piel que le envolvía por completo.
Sabía que debía levantarse. Aun tenía que volver al astropuerto para recoger su equipaje y su dispositivo de comunicación llevaba apagado casi desde que había llegado al planeta. En cuanto encendiese el dispositivo una avalancha de mensajes y notificaciones de llamadas de Marta servirían como anuncio de lo que le esperaba al llegar a casa, y tenía claro que cuanto más tardase en llegar peor sería la discusión. Por fin se forzó a deslizarse fuera de la cama en busca de un lugar donde asearse. Al salir de la habitación apenas fue capaz de reconocer el lugar en el que se encontraba, se trataba de un piso antiguo con un techo asombrosamente elevado pero típico de la Tierra que, en opinión de Christian, revelaba la negligencia e indulgencia con las que los geanos administraban su espacio vital. Una de las puertas cercanas vibraba con intensidad debido al volumen de la música que sonaba en su interior, supuso que parte de los pionery habían decidido continuar con la fiesta hasta que se hiciese de noche de nuevo; unos metros más adelante, en un salón, un grupo de exaltados adolescentes participaban en un torneo de Shinobi Showdown mientras varias parejas esparcidas por la habitación continuaban besos que parecían haber durado horas.
Cuando por fin encontró el cuarto de baño, Christian pensó que había descubierto el fruto del amor prohibido entre un cuarto de mantenimiento y la letrina de un penal orbital. Estremecido por la certeza de que aquel lugar jamás había pasado por el más superficial proceso de esterilización abrió el grifo del lavabo con dos dedos y comenzó a asearse. Con la ayuda del espejo se aseguró de que no quedaba ninguna marca del premeditado desliz de la noche anterior y comprobó el descomunal tamaño que habían tomado sus pupilas y ojeras, por suerte sus protectores oculares le permitirían ocultarlas y, de todos modos, había visto gente bajar del transporte interplanetario con mucho peor aspecto. De vuelta en la habitación se vistió y antes de marcharse se acercó a la adolescente aspirando la mezcla única de aromas que la rodeaban. Ella pareció notar su presencia, acarició su mejilla mientras emitía un ronroneo suave y susurró algo que Christian entendió como una invitación a desayunar. Tras ver el estado en el que se encontraba el cuarto de baño Christian no estaba dispuesto a enfrentarse al horror que le esperaba en la cocina del picadero de una banda de adolescentes urbanos, por lo que simplemente se despidió con un beso en el hombro de Anya mientras ésta volvía a hundirse en el sueño.
De vuelta en la calle buscó las escasas sombras que ofrecía el sol del mediodía y callejeó evitando a la gente hasta llegar al Bulevar Unirii, extendido entre el Palacio del Parlamento al oeste  y la Plaza de Alba Iulia, tras la que se alzaba la imponente Arcología Gran Romania. El viaje en taxi hasta el astropuerto de Otopeni fue silecioso, como lo era también el ambiente en el astropuerto, casi vacío al no haber ningún lanzamiento planeado para las próximas horas. A Christian le pareció un cambio agradable tras el bullicio de la ciudad y la agitada noche que había dejado atrás y aprovechó para fumar un cigarrillo con THC mientras se relajaba observando las tareas de mantenimiento del elevador espacial. El viaje de vuelta resultó menos tranquilo, aunque Christian aprovechó la locuacidad del taxista para ponerse al día en asuntos locales y evitar pensar en qué diría al llegar a casa. Siempre le había resultado más sencillo improvisar que ceñirse a una historia elaborada y, de todos modos, prefería decir la verdad omitiendo los detalles escabrosos que inventarse una historia paralela llena de incoherencias. Por fin llegó al Bulevar Chisinau y, tras una breve conversación de cortesía con el portero del edificio en el que se encontraba el apartamento, llamó al timbre de su casa. Unos segundos después la puerta se abrió y pudo ver, al fin, a Marta de pié en el umbral.


-Me olvidé las llaves en Titán –dijo Christian encogiendo los hombros tras unos segundos de silencio y esbozando una sonrisa lo suficientemente discreta como para que no pareciese que se estaba burlando de ella.

-Pasa –dijo ella haciéndose a un lado.


Christian entró en el piso, que le pareció el opuesto directo al lugar en el que había pasado la noche. Marta era una limpiadora compulsiva, algo que siempre le había gustado.


-¿Tienes idea de lo preocupada que estaba?- preguntó Marta mientras cerraba la puerta.

-Lo sé, lo siento, debería haberte avisado.

-¡Claro que deberías!- exclamó ella cruzando los brazos y adoptando una postura que la hacía parecer una profesora dando una reprimenda a un preescolar- ¿Cómo se te ocurre apagar el dispositivo? ¡Incluso llamé al astropuerto como una idiota pensando que os habíais estrellado!

-Lo sé, de verdad que lo siento, pensé que estarías ocupada y de todos modos no pensaba pasar toda la noche fuera. Perdí la noción del tiempo.

-Y esa es otra ¿dónde coño has estado?- preguntó Marta abandonando la postura de profesora y poniendo sus brazos en jarras, indicando a Christian que la condescendencia estaba siendo una táctica equivocada.

-Fui a un concierto en una sala del centro –comenzó a relatar Christian- y me encontré con una banda de adolescentes, una me dijo no sé qué en algo que parecía ruso y pensé que me iban a dar la paliza de mi vida, pero al parecer alucinaron con que viviese en Saturno y me tuvieron hasta las tantas contando batallitas. Al final estaba tan borracho que preferí dormir en su picadero. Y tendrías que haberlo visto, si llegas a estar allí te habría dado un aneurisma, alguien debería limpiar ese antro con Napalm.


Marta se mantuvo en silencio unos segundos, a Christian le pareció que era capaz de ver más allá de sus protectores oculares.


-A veces te comportas como un crío -dijo ella con un tono más relajado y, según creyó observar Christian, sonriendo casi imperceptiblemente-. Sigo estando enfadada pero tal y como hueles no puedo ni concentrarme para echarte la bronca. He encargado gulash ¿Tienes hambre?

-Me habría comido al portero si llego a cogerlo por sorpresa.

-Pues dúchate y pon la mesa.


Christian sonrió, las cosas iban mucho mejor de lo que esperaba.


-¿Qué tal la ponencia? –preguntó.

-La ponencia bien, por supuesto –respondió ella mientras arrastraba el equipaje de Christian en dirección al dormitorio-, y ahora dúchate o comes en el descansillo.

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