Con un sonido suave y una cara sonriente en la pantalla del maletín de mantenimiento se confirmó lo que Pascal ya intuía cuando había comenzado las pruebas en el asistente doméstico pero que, a petición del preocupado colono que le observaba desde la puerta de la habitación, llevaba horas intentando desmentir. Pascal dedicó unos segundos a observar al robot sentado frente a él, incapaz de recordar cuántas veces había tenido que pasar de ser un técnico de mantenimiento a hacer de psicólogo amateur y se preguntó cómo reparar robots mineros a lomos de un cometa o recolectar plasma en la corona solar podía resultar más deseable que hacer entrar en razón a un colono paranoico.
-Las pruebas de software son negativas –dijo mientras cerraba el maletín y comenzaba a desenchufar los cables que salían del cerebro del robot-, todo está en orden.
-¿Puede ser un virus? –la pregunta del colono no sorprendió a Pascal, pues la había respondido decenas de veces con anterioridad.
-Las pruebas software incluyen comprobaciones de virus –respondió Pascal con toda la calma que fue capaz de reunir-, su robot está limpio.
-¿Y si hay algo ejecutándose que no deba estar ahí? –insistió el colono.
Pascal hizo una pausa antes de responder mientras el deseo de decirle a su cliente que lo que necesitaba es medicación y menos tiempo libre comenzaba a convertirse en una necesidad.
-Los asistentes domésticos usan inteligencias artificiales muy simples –afirmó mientras cerraba la cabeza del robot-, las pruebas que acabo de hacer simulan ejecuciones de todas las líneas de código que hay aquí dentro y puedo asegurarle que no tiene nada que temer.
El colono parecía intentar fundir la circuitería del robot con la mirada mientras se esforzaba en recordar posibles áreas en las que el electrodoméstico podría fallar. Por fin creyó haber encontrado algo pero, como si pudiese leer sus pensamientos, Pascal se adelantó a su pregunta.
-Ya he comprobado los circuitos asimovianos, funcionan correctamente y el precinto está intacto. Tanto a nivel hardware como software su robot está perfectamente, como si acabase de salir de la fábrica.
-¿No puede llevárselo, hacer que me asignen uno nuevo? –preguntó el colono, aterrorizado ante la idea de quedarse a solas con la máquina.
-Sabe que ningún domicilio de la colonia puede prescindir de su robot doméstico, no puedo retirarlo si funciona correctamente.
-¡Pero no funciona correctamente! –aulló el colono- ¡No sé cómo tengo que decírselo!
-Por favor, cálmese –Pascal se esforzó por sonar conciliador-, cuando se comparte espacio con inteligencias artificiales humanoides en ambientes aislados es normal desarrollar…
Pascal se detuvo, sabía por experiencia propia que nombrar el síndrome de Encélado sólo servía para que los afectados se pusiesen a la defensiva.
-No estoy loco –repuso el colono antes de que Pascal pudiese pensar en un eufemismo con el que referirse al síndrome-, sé lo que insinúa y le digo que no me lo estoy imaginando, ese trasto –el colono extendió su brazo y apuntó con su dedo al androide doméstico como si se identificase al acusado en un juicio por homicidio- planea algo contra mí.
Pascal tuvo que hacer un esfuerzo para reprimir una carcajada. Suponer que un androide doméstico pudiera desarrollar una actitud homicida le parecía tan risible como afirmar que una sandwichera podía intentar envenenar el almuerzo de su dueño, pero burlarse de ello sin duda habría disparado una respuesta violenta y no quería que esa fuese otra ocasión en la que usar el táser con un cliente. Por fin Pascal tuvo una idea que podía ahorrarle una discusión estéril y gigabytes de papeleo.
-Mire –susurró mientras echaba un vistazo rápido a ambos lados-, esto no puede salir de aquí ¿puedo confiar en su discreción?
-Por supuesto –afirmó el colono.
-No es usted el primer colono en quejarse de un… comportamiento anómalo en su androide doméstico –continuó Pascal bajando aun más el volumen de su voz-; ha habido cientos de casos en todo el satélite pero la ACI lo ha silenciado porque el coste de reemplazar todas las unidades en todo el Sistema Solar sería brutal.
-Claro –susurró el colono mientras asentía con efusividad-, brutal.
-En otros casos sólo es un comportamiento extravagante o negligente, ya sabe, rompen un par de platos o usan sal en vez de azúcar, pero veo que usted tiene un auténtico problema, así que voy a reprogramar la matriz de personalidad de su androide.
-¿Eso bastará? ¿Por qué no lo ha hecho antes?
-Porque es ilegal –exclamó Pascal-, esto no puede salir de aquí o el único trabajo que conseguiré será como técnico de mantenimiento en Plutón.
-Claro –dijo de nuevo el colono, emocionado-, me hago cargo. No se preocupe, esto no saldrá de aquí.
Aliviado al ver que el colono se había tragado su historia Pascal abrió la cabeza del androide, volvió a conectar el cerebro artificial a su maletín, se sentó frente al colono y se dispuso a revisar su correo electrónico.
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