Thursday, July 05, 2007

El Rey vive

El puño de Negus Ilonbé se alzó enseñando a la multitud la chaqueta ensangrentada del Rey de los Faraones.
Desde los niveles superiores los estudiantes, las buruseras y los reyes del juego observaban temerosos a los Kushitas, con sus collares de oro centelleantes bajo las luces láser, cubiertos de cicatrices y quemaduras producto del rito de paso.

- ¡El Faraón ha muerto! ¡Este nivel es territorio kushita! - rugió Negus alzando su otra mano para mostrar el machete que había decapitado a Firebird hacía apenas una hora.

El salón recreativo se llenó de gritos, los Kushitas vitoreaban a su rey y celebraban su ascenso al poder; Negus Ilonbé besó violentamente a Frenchy, antigua reina de los Faraones y clave de la victoria kushita.
El clamor de los pandilleros hizo temblar la sala.


Cuatro pisos más arriba Enver Kaczynski estudiaba la marea de despojos sociales que había inundado su negocio; se había acostumbrado al respeto con el que los Faraones se comportaban en el local y la visión de decenas de adolescentes corriendo y agitando sus machetes tan cerca de sus clientes le hacía sentir incómodo.

- Es una pena - el humo del tabaco escapaba en oleadas de su boca - los Faraones tenían clase, sabían lo que es el respeto, estos – hizo una pausa intentando recordar - Kasitas o como quiera que se llamen no son más que una jauría descontrolada.

A su lado Tisífone se encogió de hombros.

- Yo no veo la diferencia, los Faraones también eran un puñado de salvajes.

Enver respiró profundamente.

- Ésa es la diferencia, Tisífone, su Rey - Enver señaló con la mano abierta a Negus Ilonbé - Firebird sabía cuál era su lugar, era consciente de que había que seguir ciertas normas; Ilonbé no es más que un saco anabolizado de traumas infantiles.

Tisífone chasqueó la lengua.

- Pues en vez de dedicarse a meditar acerca de su lugar en la escala social Firebird debió haber vigilado más de cerca a su novia, sobre todo después de repudiarla para follarse a una escolar. Resulta patético.

Enver sonrió.

-Bueno, es fácil perder la cabeza por la carne joven.

Tisífone se apartó de la ventana, caminó hacia el mueble-bar y se sirvió un vaso de vodka natural.

- Entonces me alegro de que me volaran las pelotas en Chipre - alzó su vaso y sonrió-¡Por la castración!
- Estás loca - respondió Enver distraído mientras volvía a fijar su atención en Ilonbé.

Sabía lo que iba a pasar; como ya había ocurrido con otros reyes en tantas otras ocasiones Negus Ilonbé fijaría el día de su propia muerte.


Horas después, mientras Frenchy repartía baratijas entre los pandilleros, el Rey de los Kushitas subía exultante las escaleras hacia el despacho de Enver Kaczynski acompañado por su Guardia de Korps; ignoró a la secretaria que intentó retenerle y entró en la habitación sin preocuparse por llamar a la puerta.
Enver le esperaba tras su escritorio.

- Bienvenido, Negus. Por favor, siéntate.

El Rey Kushita se desplomó en el sillón de cuero natural.

- Por favor, Tisífone, ya que estás en el mueble-bar ¿por qué no le sirves una copa a nuestro amigo?

- Claro - respondió Tisífone - ¿Qué quieres tomar, Negus? Tenemos vodka, ginebra, ron…

- Nada - la cara de Negus Ilonbé mostró una mueca de desagrado - no permito que mi cuerpo entre en contacto con esos venenos.

Tisífone chasqueó la lengua y apuró su copa mientras negaba con la cabeza.

- Bueno, me gustaría darte la bienvenida al sector, Negus; has demostrado ser un líder muy astuto al eliminar así a los Faraones, muchos lo habían intentado antes y…

- Ninguno estaba destinado a hacerlo - repuso el kushita despreocupadamente.

Enver esbozó una sonrisa condescendiente.

- Es una manera de verlo.

- Es la única manera.

Enver se disponía a hablar de nuevo, Ilonbé le interrumpió bruscamente.

- No estoy aquí para hacer amigos ni para que me des coba, Kaczynski; ahora yo estoy al mando en este nivel y no pienso cometer los errores de Firebird. Yo no moriré siendo un miserable.

- ¿Me estás proponiendo un trato? Realmente me agradaría saber que tienes algún negocio en mente.

Negus Ilonbé sonrió, mostrando una hilera de colmillos de oro.

- Desde luego que tengo un negocio en mente, Enver, el tuyo.

Negus dejó de hablar para que Enver asimilase lo que él pensaba que sería una sorpresa; Enver, en cambio, se sentía decepcionado, por unos segundos había pensado que Ilonbé no era tan estúpido como parecía.

A Enver no le gustaba equivocarse.

Desde el mueble-bar Tisífone le sonreía.



Como habían hecho una semana antes, los Kushitas inundaron el salón recreativo. Esta vez no había gritos; era una ocasión solemne, el primer pago del tributo que su rey había exigido a Enver Kaczynski, rompiendo así un acuerdo tácito que había sido respetado durante años por todas las bandas que se habían sucedido en el control del nivel 154.
Acompañado por sus dos mejores hombres y su reina, Negus Ilonbé esperaba en la plaza central la llegada de su súbdito.
Enver bajó las escaleras acompañado por Tisífone, los Kushitas formaron un pasillo por el que avanzaron hacia la plaza central; Enver sacó un pequeño estuche metálico de su bolsillo y se lo entregó a Tisífone.
La mujer avanzó hacia el centro de la plaza y extendió su mano hacia Negus Ilonbé.

-Su tributo, Majestad.

El Negus sonrió y caminó hacia ella, con brusquedad cogió el estuche y lo alzó para mostrarlo a la multitud.
Negus Ilonbé no se dio cuenta de que su brazo había sido amputado hasta que oyó el ruido del estuche al chocar contra suelo de termoplástico y notó la calidez de su propia sangre cayendo sobre su cara. Apenas había asimilado lo que ocurría cuando un segundo monofilamento de carbono seccionó su cabeza.
La Guardia de Korps del Rey Kushita alzó sus armas.
Con la ligereza de una bailarina Tisífone se deslizó hacia ellos; las fibras de carbono reprodujeron el arco descrito por sus brazos, acariciando los primitivos subfusiles kushitas antes de replegarse hacia el interior de sus dedos con un silbido azul.
Uno de los kushitas aun apretaba el gatillo de su arma cuando el puño de Tisífone le atravesó el pecho; el pandillero que aún respiraba dejó caer el arma y desenfundó su machete, su ataque se detuvo cuando el talón de Tisífone le destrozó la mandíbula.

Los Kushitas permanecieron inmóviles, con los ojos fijos en Tisífone; su piel de kevlar orgánico resplandecía cubierta de sangre y sudor.
En silencio abandonaron el salón recreativo, llenos de un temor reverencial hacia la furia que les observaba excitada sobre los cadáveres de sus mejores guerreros.

Sólo Frenchy seguía allí, paralizada por el terror; cuando Tisífone fijó sus ojos de cuarzo en ella se derrumbó.
Con un gemido apenas comprensible la adolescente viuda suplicó por su vida; las lágrimas se mezclaron en su cara con la sangre de Ilonbé y se deslizaron hacia su boca, sus medias verdes se cubrieron de bilis y ensalada turca.
Enver caminó hacia ella evitando pisar la alfombra roja que decoraba su negocio.

-¿No crees que Frenchy es un nombre ridículo?- susurró el sonriente Rey del nivel 154.